lunes, 16 de abril de 2007

Vogue

Ser de izquierda está de moda.

Como consecuencia de su agresiva publicidad y de sus estrafalarios y perversos montajes, la izquierda ha logrado endulzarse con finos edulcorantes para satisfacer tanto a los paladares exigentes como a quienes depositan en su apariencia la confianza y certeza de una vida feliz. Es por su impetuoso afán de proselitismo que la fauna izquierdista es hoy variopinta: dejó de lado esos principios que no gustaron a su público para amoldarse a lo que la gente y sus bolsillos exigen. Puro rating.

Esa es una de las razones por las que ser de izquierda cuenta con incentivos importantes y, sobre todo, grandes facilidades de ejercicio. No sólo es un gran escalón en la estructura social sino que para proclamarla puede (y, en muchos casos, debe) prescindirse de la razón y colgarse de sus verdades construidas sobre leyendas políticas originalmente pensadas como estratagemas ante un único y gran enemigo. Pero de ese enemigo hablaremos en otro momento.

Llamar comunista a quien se dice de izquierda no es aceptado. Como señoras indignadas en un fino té con biscotelas, rechazan esa acusación remitiéndose a las atrocidades que algunos emblemáticos líderes comunistas han cometido en el pasado. Y ellos, claro, no comparten esas atrocidades. Ellos sólo son "de izquierda" y, ¡voilá! la mesa está servida: pueden escoger entre izquierda de centro, de centro izquierda, centro derecha, izquierda izquierda, media vuelta izquierda, en la esquina a la derecha pero luego a la izquierda, etc. Y tienen razón.

Para bien y para mal, parte de la izquierda de hoy no sólo se ha distanciado de sus antecedentes históricos sino que la facción comunista es sólo un reducido extremo y una manifestación radical de su postura y filosofía (cuando menos en el mundo occidental). Los de izquierda saben muy bien que llamarlos comunistas es un facilismo que nace de la flojera en algunos casos, del hígado en otros y de la ignorancia y prepotencia en la mayoría de los casos. Sin embargo, ello no obsta para que a todo aquel que no sea aceptado en el elitista club izquierdista de la "academia" se le denomine facho.

¿Por qué? Una posible explicación recae en la situación que ellos mismos han generado: la dilución que han conseguido en la esfera política a través de sus debilidades e indeterminaciones hace muy difícil hablar de derechas y de izquierdas. Por ello, la palabra fascista cobra una importancia relevante. Entre tanta estrucura fantasmal es conveniente hacer concreto al "enemigo" identificándolo claramente y, si es de manera negativa, pues tanto mejor.

Una segunda explicación es la ignorancia, porque la igorancia no es sólo no conocer, sino conocer mal o conocer a medias, lo que sumado a guías mediocres es nefasto. El haberse nutrido de textos de izquierda durante toda su vida ha vuelto tuertos a los llamados "de izquierda". No conocen al otro, y eso los asusta. Por eso llaman a fascistas a todos, como el niño que llama cucos a sus miedos en la soledad de su oscura habitación. Cuando crecen, claro, prenden la luz y descubren la realidad. Pero para eso hay que ser valiente y levantarse de la cama. Para eso es importante creer en el consejo y atención de sus padres. Pero eso, hoy, es pedirles mucho.

Puede explicarse también por la incapacidad de discernimiento. "Lo que no es como yo, es fascista" parecen pensar. O, "todo lo que es distinto a mí, es lo mismo". En fin.

Pero no podemos descartar la opción de que se trate de un simple insulto de callejón. Una frase que pretende herir y desprestigiar al prójimo. Una calumnia de fácil acogida entre los adolescentes (biológicos y mentales) que se traduce en jóvenes que ante referentes caídos se convierten en aliados gratuitos.

Existen otras posibles razones, como el patológico rechazo de la izquierda moderna (no comunista) a una idea de autoridad, o a la negación dogmática de la jerarquización de la realidad. Su anticlericalismo y aversión a toda estrcutura de principios y convicciones firmes se traduce en dogmas que convierte a "los de izquierda" en pastores que bautizan a sus enemigos como fachos.

En suma, queda claro que es una estrategia efectista. Queda claro también que es una práctica aceptada. Lo que no queda claro es lo que "la izquierda" entiende realmente por "lo facho". Por lo menos, no es claro para "la izquierda".

ADG

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro de maestro, te coloco 20 de nota en tu bien esmerado artículo; explicandonos sobre la estupidez, la ceguera y sobre todo de los miedos caviares, frente a todo lo que no es o piensa como ellos; cual niños de teta que le tienen miedo al "cuco" faascista; es decir a todas aquellas personas que no piensan ni disciernen como ellos.

Heber Joel Campos dijo...

Cuál es la idea del texto? No hay una articulación entre palabras y mensaje, lo único que se alienta es un amasijo de frases que parecieran querer incidir en un rechazo a todo lo que -contradictoriamente a lo que retrueca el autor- provenga de "izquierdas".
De todo lo dicho, sin embargo, me permito rescatar una idea (¿una idea?) que la izquierda parece no entender el respeto por el principio de autoridad y la jerarquización de la sociedad en torno a principios firmes. Es que acaso, es eso posible? Por lo visto el autor adolece de aquello mismo de que acusa a sus "enemigos". Hay que leer un poco más a Bobbio, un poco más a Manhein, un poco más a Santi Romano, un poco a Crisafulli, un poco más a Ferrajoli, y podría seguir esta lista interminable de autores que siendo de izquierda no admiten las aparentes sinecuras que el autor le atribuye al pensamiento llamado progresista.
Ah me olvidaba, sus ideas bien pueden encontrarse en un manual clerical del siglo XVI, especialmente de uno proveniente de Bolonía.

Anónimo dijo...

Cuidadoooooooo... cuidado. No confundir izquierda real con izquiera Regatas, mucho cuidado.

La izquierda real siempre busca alternativas, busca la solución para todos, no tiene miedo de ser tildada de comunista (que en conciencias limpias, nada tiene de malo), antisocial o anarquista xq son meros vapores de falsedad. Ay de aquel que, llamándose izquierdista, sienta punzada, pues bala perdida impacta siempre en la cabeza que se levantó al oir el disparo.

Sé que la idea no es clara, más allá de desvestir la moda esta de ser derechohumanista de terrucos (nunca vi a un Regatas en una organización sindical o en una cárcel de delincuentes comunes), pero déjame recordar, ni moro ni cristiano, que esta izquierda y esta derecha peruana (incluyendo a LOS GORDITOS del mercado y del análisis económico del Derecho), son bebedores del mismo par de senos. Por eso, nadie cree y nadie los tiene de estandartes. Adios!