jueves, 26 de junio de 2008

CHSITECITO POLÍTICO PARA EL FIN DE SEMANA

ACA LES DEJO CON UN CHSITECITO DE LAS CORRERÍAS POLÍTICAS DE NUESTRO PAÍS,ESPERANDO QUE LES GUSTE Y LES DE MUCHA RISA COMO A MI ME LA DIÓ:


Estaba en la escuela Pepito, cuando el maestro de Civismo les encarga un trabajo.

"Niños la tarea será como está constituido nuestro país. Díganle a sus padres que los ayuden."

Al llegar a su casa Pepito empezó a preguntar:

"Papá, cómo está constituido nuestro país?"

"Ay, qué preguntas me haces hijito, te voy a contestar con un ejemplo:

Anota: Yo soy el gobierno porque aquí en la casa mando.
Tu mamá es la Ley porque ella hace imponer el orden en la casa.
Tu abuela es la prensa, porque siempre está al tanto de los mitotes de la casa.
La criada es el pueblo, porque es la trabajadora de la casa.
Tu eres la Juventud de Hoy y tu hermanito la esperanza del país.

A media noche, Pepito se levantó a hacer pipí, cuando descubre a su papá con la criada, corre al cuarto de su mami y la encuentra dormida, va con su abuelita y la encuentra distraida con el tejido, regresa a su cuarto y encuentra a su hermanito bien zurrado.

Entonces exclama con asombro:

"!Ah, ya entendí bien! El gobierno jodiéndose al pueblo, la ley dormida, la prensa haciéndose pendeja, la juventud de hoy desorientada y la esperanza del país ¡Hecha mierda!"

A GOLEADAS APRENDI

A GOLEADAS APRENDÍ

A goleadas aprendí
mi labor de hincha fatal
con la selección Nacional
del país donde nací.

Tener a Perú en un mundial
No lo vi ni en mi niñez
Todos ...
nos ganan de a seis
Sin sudar la camiseta

Yo creo que la derrota
La sembró Burga desde aquí:
colocando a un arlequín
en vez de un técnico certero
y hoy nos ganan 6 a cero...!
!A goleadas aprendí!

Para qué el razonamiento
Ni con matemáticas te veo
sin mediocampo no creo
Ni arañando el quinto puesto.
Lo de Uruguay ya ni te cuento

Pues, para colmo de mal,
Esta es la voz general:
¡Otra eliminatoria perdida!
Dejando otra vez jodida
nuestra esperanza local.

¡Campeones en valses y boleros!
¡Reyes del 'casi' y de la huasca!
¡Pero haciéndose 'la caca'
cuando le juegan en serio.

En definición: cero.
En defensa, igual.
Esta es historia real
Todo parece ya escrito
mejor me nacionalizo
para llegar a un mundial...

Con esa cifra mezquina
Terminó mi anhelo franco,
y aunque se juegue de blanco
No llegamos ni a la esquina..
Y hoy, sentado en la cantina
Lloro el tiempo que perdí:
Los otros deportes de aquí
Que no tienen privilegio
Suelen llegar más lejos
Que nuestro fútbol baladí...

miércoles, 25 de junio de 2008

COMPROMISO DEL MILITANTE PEPECESITA

Como Dirigentes del PPC, debemos comprometernos a respetar los Estatutos partidarios además de difundir mediante nuestras actividades la identidad doctrinaria del Partido, volcándolas hacia los escalones de relevo, en el afán por encontrar nuevos liderazgos que formaran parte del gran soporte generacional.

El dirigente Pepecista representa al PPC, Es el líder, el que comanda, el que nutre y define su actividad (En el área o jurisdicción respectiva)

Todo dirigente del PPC sabe que los militantes de base dependen buena parte de el por qué requieren ampliar sus conocimientos mediante la formación político - doctrinaria o por que buscan directivas propias para el trabajo y desarrollo partidarios.

Todo Dirigente Partidario debe transmitir seguridad y confianza. Por eso, debe desempeñarse en sus tareas correspondientes y abocarse en buscar la FRATERNIDAD entre los demás dirigentes y militantes del Partido.

El Dirigente del PPC debe comprender que pertenece a un partido de corte democrático y que él, ha sido elegido únicamente PARA TRABAJAR Y NO PARA APARENTAR NI FIGURAR.

Los dirigentes – al igual que los militantes de Base – NUNCA deben ambicionar del cargo ni condicionar su elección. Deben esperar el ser convocados, con prudencia y con aval de los demás. Lo mismo que para integrar las listas al Congreso, alcaldías, regidurías, etc. En todo caso, se debe acatar disciplinariamente las decisiones partidarias que se traducen en elecciones, periódicas internas.

El Dirigente Pepecista de hoy debe estar preparado para los nuevos cambios. Que la modernidad y eficiencia debe ir acorde con las actividades partidarias. Para ello debe proponer soluciones creativas y trabajar innovadoramente.

Todo Pepecista con sin cargo partidarios. JAMAS debe mirar la aspiración legitima de otros militantes o dirigentes que pretenden escalar en razón de su trabajo, constancia y esfuerzo.

El dirigente Pepecista NUNCA debe avasallar pasando por encima de los demás, PROMOVIENDO DESLEALTADES Y CREANDO CONFLICTOS.

Por todo ello el dirigente del PPC, debe PREPARARSE para ser un buen Dirigente, un Líder con capacidades defender los ideales Pepecistas, sin usar violencia mas que la FUERZA DE LA RAZÓN y el PODER DE LA PALABRA.

Ser dirigente del PPC es un gran honor que debe ser llevado con humildad y grandeza porque defiende principios puros, inspiradores en la doctrina social de la Iglesia. Por lo tanto, el Dirigente del PPC, debe ser formado para servir y no para servirse del Poder, menos del Partido.

viernes, 20 de junio de 2008

LA AUSENCIA DEL ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL
Autor: Dr. Javier Alcalde Cardoza
Alumno: Walter Villegas Limache
Hipótesis:¿ EL Mundo gira hacia una tendencia de APOLARIDAD o de Ausencia de un ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL?
El análisis de la presente lectura sobre el ORDEN INTERANACIONAL resulta bastante interesante, en la medida que se ha efectuado un desarrollo conciso, ordenado y coherente de los principales hechos que han marcado el enfoque del proceso de cambios estructurales en el devenir histórico del ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL.

Definitivamente el colapso final de la Unión Soviética, a principios de la década de los 90s del siglo XX, marcó el final y la extinción total del ORDEN BIPOLAR, de la Guerra Fría, el cual marcó el escenario internacional por cuarenta años, en el que la rivalidad existente entre los bloques soviético y americano sirvió como un regulador de violencias étnicas y rivalidades históricas en la que los conflictos locales internos eran considerados como de “baja intensidad”, ya que los intereses de estos grandes bloques se situaban generalmente por encima de los intereses nacionales, estando disfrazados por las orientaciones ideológicas de los regímenes políticos.

Con el fin de la guerra Fría se quebró ese muro de contención estratégico que el antiguo ORDEN BIPOLAR MUNDIAL, había creado para contener la violencia en el mundo,; por lo que se liberó una avalancha de conflictos sociales, civiles, étnicos religiosos, masivas violaciones a los Derechos Humanos como en Bosnia –Herzegovina, genocidios masiva, olas de refugiados, miles de olas de desplazados en el Cáucaso y en Asia Central, además de que el conflicto en el Medio Oriente se desestabilizó aún más por la conexión del conflicto judío – palestino; mientras que en América Latina por ejemplo el conflicto armado interno colombiano se intensificó aún más, además de la presencia de fuertes reivindicaciones sociales y étnicas en los países andinos.

De esta manera surge la tesis de Haas sobre la UNIPOLARIDAD, y que en el Perú es adoptada por el Embajador Oswaldo de Rivero, en la que se señala que actualmente en un mundo caótico como éste, no estamos viendo surgir a ninguna potencia, por más poderosa que sea , por lo que no podrá poner un ORDEN UNILATERAL.

De esta manera las grandes potencias en la actualidad no pueden impedir la Globalización del Terrorismo, del tráfico ilícito de drogas, de armas, de personas, etc; tampoco pueden mitigar conflictos armados internos con EFICIENCIA, ni tampoco impedir de manera total las graves violaciones a los Derechos Humanos, en las diferentes regiones del mundo, tales como en el Golfo Pérsico y Medio Oriente (Guerra de Irak, conflicto armado entre palestinos y judíos), en el Asia Central, en el África, en el Cáucaso y América Latina; y menos aún pueden impedir la proliferación de armas nucleares con el fin de lograr la tranquilidad y la Paz Mundial. Para muestra un botón, por ejemplo la Gran Superpotencia -siguiendo la línea de este análisis de la Apolaridad- la propia gran potencia del Norte, los Estados Unidos de Norteamérica, poseedora de cientos de bases militares distribuidas en siete flotas y con ingentes recursos económicos y tecnológicos no ha podido pacificar, reconstruir, PONER ORDEN Y DEMOCRACIA EN IRAK NI EN AFGANISTAN, por el contrario ambos países ahora viven un cruento estado de guerra civil interna, luchando denodadamente contra el poderío bélico de los viejos halcones del Norte, en la que mueren día a día miles de pobladores civiles y soldados norteamericanos, asimismo ahora Afganistán se ha convertido en el mayor exportador de heroína en el mundo, de la mano de los señores de la guerra, comandados por los talibanes. De esta manera las victorias militares de Estados Unidos de Norteamérica no se podrían traducir en triunfos políticos, ni menos en el inicio o en pleno apogeo de un ORDEN MUNDIAL UNIPOLAR; de esta manera tal y como lo señala Alan Tonelson, podríamos pensar con fina ironía que Estados Unidos de Norteamérica se ha convertido en una suerte de SUPERPOTENCIA SIN ESPADA, ya que no actualmente no se encuentra a la altura de las circunstancias de la realidad internacional imperante en el mundo, plagada de terrorismo, delincuencia global y frente a otros grandes desafíos del siglo XXI, como el cambio climático y la permanente lucha contra la pobreza mundial. Por otro lado no se podria hablar tampoco de un ORDEN MULTIOPOLAR, debido a que Rusia, China, Gran Bretaña, Francia, Japón y Alemania entre otras potencias mundiales, no pueden una por una balancear el poderío norteamericanota que para poder hacerlo tendrían que lograr alianzas comunes entre ellas, lo cual resultaría inverosímil, debido a las grandes rivalidades y recelos que existen entre ellas, como por ejemplo entre Rusia y China, así como al apego existente entre Japón y USA con el recelo de Rusia y China, etc., por lo que estaríamos en un mundo caótico y confuso cuya característica principal sería LA AUSENCIA DEL ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL
En conclusión, nosotros somos de la idea de que el ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL, posee POLOS DE PODER que se encuentran en un devenir constante de manera estructural de tal manera que el mundo en que vivimos hoy no será el mismo mundo en el que viviremos e imaginamos para mañana, que se va transformando no sólo a la influencia de las grandes potencias mundiales sino ante todo por el gran y enorme poder de influencia de los adelantos tecnológicos que se van desarrollando día a día
LA AUSENCIA DEL ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL
Autor: Dr. Javier Alcalde Cardoza
Alumno: Walter Villegas Limache
Hipótesis:¿ EL Mundo gira hacia una tendencia de APOLARIDAD o de Ausencia de un ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL?
El análisis de la presente lectura sobre el ORDEN INTERANACIONAL resulta bastante interesante, en la medida que se ha efectuado un desarrollo conciso, ordenado y coherente de los principales hechos que han marcado el enfoque del proceso de cambios estructurales en el devenir histórico del ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL.

Definitivamente el colapso final de la Unión Soviética, a principios de la década de los 90s del siglo XX, marcó el final y la extinción total del ORDEN BIPOLAR, de la Guerra Fría, el cual marcó el escenario internacional por cuarenta años, en el que la rivalidad existente entre los bloques soviético y americano sirvió como un regulador de violencias étnicas y rivalidades históricas en la que los conflictos locales internos eran considerados como de “baja intensidad”, ya que los intereses de estos grandes bloques se situaban generalmente por encima de los intereses nacionales, estando disfrazados por las orientaciones ideológicas de los regímenes políticos.

Con el fin de la guerra Fría se quebró ese muro de contención estratégico que el antiguo ORDEN BIPOLAR MUNDIAL, había creado para contener la violencia en el mundo,; por lo que se liberó una avalancha de conflictos sociales, civiles, étnicos religiosos, masivas violaciones a los Derechos Humanos como en Bosnia –Herzegovina, genocidios masiva, olas de refugiados, miles de olas de desplazados en el Cáucaso y en Asia Central, además de que el conflicto en el Medio Oriente se desestabilizó aún más por la conexión del conflicto judío – palestino; mientras que en América Latina por ejemplo el conflicto armado interno colombiano se intensificó aún más, además de la presencia de fuertes reivindicaciones sociales y étnicas en los países andinos.

De esta manera surge la tesis de Haas sobre la UNIPOLARIDAD, y que en el Perú es adoptada por el Embajador Oswaldo de Rivero, en la que se señala que actualmente en un mundo caótico como éste, no estamos viendo surgir a ninguna potencia, por más poderosa que sea , por lo que no podrá poner un ORDEN UNILATERAL.

De esta manera las grandes potencias en la actualidad no pueden impedir la Globalización del Terrorismo, del tráfico ilícito de drogas, de armas, de personas, etc; tampoco pueden mitigar conflictos armados internos con EFICIENCIA, ni tampoco impedir de manera total las graves violaciones a los Derechos Humanos, en las diferentes regiones del mundo, tales como en el Golfo Pérsico y Medio Oriente (Guerra de Irak, conflicto armado entre palestinos y judíos), en el Asia Central, en el África, en el Cáucaso y América Latina; y menos aún pueden impedir la proliferación de armas nucleares con el fin de lograr la tranquilidad y la Paz Mundial. Para muestra un botón, por ejemplo la Gran Superpotencia -siguiendo la línea de este análisis de la Apolaridad- la propia gran potencia del Norte, los Estados Unidos de Norteamérica, poseedora de cientos de bases militares distribuidas en siete flotas y con ingentes recursos económicos y tecnológicos no ha podido pacificar, reconstruir, PONER ORDEN Y DEMOCRACIA EN IRAK NI EN AFGANISTAN, por el contrario ambos países ahora viven un cruento estado de guerra civil interna, luchando denodadamente contra el poderío bélico de los viejos halcones del Norte, en la que mueren día a día miles de pobladores civiles y soldados norteamericanos, asimismo ahora Afganistán se ha convertido en el mayor exportador de heroína en el mundo, de la mano de los señores de la guerra, comandados por los talibanes. De esta manera las victorias militares de Estados Unidos de Norteamérica no se podrían traducir en triunfos políticos, ni menos en el inicio o en pleno apogeo de un ORDEN MUNDIAL UNIPOLAR; de esta manera tal y como lo señala Alan Tonelson, podríamos pensar con fina ironía que Estados Unidos de Norteamérica se ha convertido en una suerte de SUPERPOTENCIA SIN ESPADA, ya que no actualmente no se encuentra a la altura de las circunstancias de la realidad internacional imperante en el mundo, plagada de terrorismo, delincuencia global y frente a otros grandes desafíos del siglo XXI, como el cambio climático y la permanente lucha contra la pobreza mundial. Por otro lado no se podria hablar tampoco de un ORDEN MULTIOPOLAR, debido a que Rusia, China, Gran Bretaña, Francia, Japón y Alemania entre otras potencias mundiales, no pueden una por una balancear el poderío norteamericanota que para poder hacerlo tendrían que lograr alianzas comunes entre ellas, lo cual resultaría inverosímil, debido a las grandes rivalidades y recelos que existen entre ellas, como por ejemplo entre Rusia y China, así como al apego existente entre Japón y USA con el recelo de Rusia y China, etc., por lo que estaríamos en un mundo caótico y confuso cuya caracLA AUSENCIA DEL ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL

Autor: Dr. Javier Alcalde Cardoza
Alumno: Walter Villegas Limache

El análisis de la presente lectura sobre el ORDEN INTERANACIONAL resulta bastante interesante, en la medida que se ha efectuado un desarrollo conciso, ordenado y coherente de los principales hechos que han marcado el enfoque del proceso de cambios estructurales en el devenir histórico del ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL.

Definitivamente el colapso final de la Unión Soviética, a principios de la década de los 90s del siglo XX, marcó el final y la extinción total del ORDEN BIPOLAR, de la Guerra Fría, el cual marcó el escenario internacional por cuarenta años, en el que la rivalidad existente entre los bloques soviético y americano sirvió como un regulador de violencias étnicas y rivalidades históricas en la que los conflictos locales internos eran considerados como de “baja intensidad”, ya que los intereses de estos grandes bloques se situaban generalmente por encima de los intereses nacionales, estando disfrazados por las orientaciones ideológicas de los regímenes políticos.

Con el fin de la guerra Fría se quebró ese muro de contención estratégico que el antiguo ORDEN BIPOLAR MUNDIAL, había creado para contener la violencia en el mundo,; por lo que se liberó una avalancha de conflictos sociales, civiles, étnicos religiosos, masivas violaciones a los Derechos Humanos como en Bosnia –Herzegovina, genocidios masiva, olas de refugiados, cuya característica principal es la falta de poder de las grandes potencias para crear un NUEVO ORDEN MUNDIAL.

En conclusión, nosotros somos de la idea de que el ORDEN MUNDIAL INTERNACIONAL, posee POLOS DE PODER que se encuentran en un devenir constante de manera estructural de tal manera que el mundo en que vivimos hoy no será el mismo mundo en el que viviremos e imaginamos para mañana, que se va transformando no sólo a la influencia de las grandes potencias mundiales sino ante todo por el gran y enorme poder de influencia de los adelantos tecnológicos que se van desarrollando día a día

lunes, 16 de junio de 2008

INTERVENCIONES MILITAR EN IRAK

" O ESTAIS CON NOSOTROS O ESTÁIS CON LOS TERRORISTAS"

PRESIDENTE GEORGE WALKER BUSH, ANTE LA SESION CONJUNTA DEL CONGRESO EN SU MENSAJE A LA NACION AL PUEBLO NORTEMNAERICANO, DEL 20 DE SEPTIEMBRE DEL 2001


" LO ÚNICO A LO QUE DEBEMOS TEMER ES AL MIEDO MISMO"

PRESIDENTE FRANKLIN DELANO ROOSEVELT, EN LA DECLARATORIA DE GUERRA AL EJE, EN 1941




INERVENCION MILITAR Y LUCHA CONTRA EL TERRORISMO:

EN PRIMER LUGAR ESTA MEDIDA DEL USO DE LA FUERZA DEBE SER CONSIDERADA COMO EL ÚLTIMO RECURSO AL QUE RECURRAN LOS ESTADOS CUANDO SE PRODUZCAN VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS Y DEMÁS CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD, EN DETERMINADO LUGAR O REGIÓN.

AUNQUE A LAS LUCES DEL DERECHO INTERNACIONAL NO HAY UNA DEFINICION CLARA DE TERRORISMO, ESTA ES UNA NUEVA CLASE DE GUERRA ENFRENTADA EN DIFERENTES CAMPOS DE BATALLA, YA QUE NO SE CUMPLEN LOS CRITERIOS BASICOS ELEMENTALES DE PERSONA (RATIO PERSONAE), LUGAR (RATIO LOCI), TIEMPO (RATIO TEMPORIS), ETC, ES DECIR NO SE TRATA DE UNA GUERRA CONVENCIONAL. EL DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO NO CUBRE TODOS LOS CAMPOS DE ACTUACIÒN Y NO REGULA POR TANTO TODA LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO SIN EMBARGO LO QUE SI PODEMOS DIFERENCIAR SON LOS TIPOS DE INTERVENCION MILITAR QUE SE PRODUCEN A LAS LUCES DE LA NORMATIVIDAD INTERNACIONAL

1.- INTERVENCION DE HUMANIDAD:

UN ESTADO X, INTERVIENE SOLO PARA PROTEGER A SUS NACIONALES QUE SE HAYAN HOSPEDADOS EN UN ESTADO Y.
ESTE TIPO DE INTERVENCION VIOLA EL DERECHO INTERNACIONAL POR DISCRIMINACION A LOS DEMAS INDIVIDUOS EN PELIGRO, TAL Y COMO FUE ESTABLECIDO EN EL CASO NICARAGUA.


2.- INTERVENCION SOLICITADA:

EL ESTADO X, PIDE AL ESTADO Y QUE LO AYUDE PARA PONER FIN A UNA GRAVE SITUACION DE VIOLACION A LOS DERECHOS HUMANOS. ACTUALMENTE ES PERMITIDA Y AUTORIZADA POR EL MARCO JURÌDICO DEL DERECHO INTERNACIONAL.

3.- INJERENCIA HUMANITARIA:

PARA QUE SE PRODUZCA NO HAY NECESIDAD QUE EL ESTADO X NO AUTORIZE ESTE TIPO DE INTERVENCION. ESTE TIPO DE INTERVENCION ES REALIZADA POR UNA ORGANIZACIÒN INTERNACIONAL QUE TIENE COMPETENCIA JURÌDICA PARA INTERVENIR.
EN REALIDAD, PARA FINES PRÀCTICOS LA ÙNICA ORGANIZACION INTERNACIONAL QUE TIENE LA LEGITMIDAD INTERNACIONAL PARA PONER FIN A LAS VIOLACIONES DE DERECHOS HUMANOS EN EL MUNDO, ES EL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LAS NACIONES UNIDAS (ONU), Y ACTUAR DE ESTA MANERA COMO POLICÌA INTERNACIONAL DEL ORDEN MUNDIAL, A TRAVÈS DEL SISTEMA INTERNACIONAL DE SEGURIDAD COLECTIVA.
ESTA INTERVENCIÒN SE CUMPLE DE ACUERDO Y CONFORME AL ARTÌCULO 39° AL 51° DE LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS.

4.- INTERVENCION HUMANITARIA:

EN ESTE TIPO DE INTERVENCION NO HAY CONSENTIMIENTO DEL ESTADO AL QUE SE PRESTA AYUDA. UN TERCER ESTADO DE MANERA INDIVIDUAL O DE FORMA COLECTIVA INTERVIENE FRENTE A LA VIOLACIÒN DE LOS DERECHOS HUMANOS FUNDAMENTALES, SIN EMBARGO NO TIENE COMPETENCIA JURIDICA PARA HACERLO. EN ESTE TIPO DE INTERVENCIÒN NO SOLO PARTICIPAN LOS ESTADOS SINO TAMBIEN LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES COMO ES EL CASO DE LA ORGANIZACIÓN DEL TRATADO DEL ATLÁNTICO NORTE (OTAN, COMO FUE EN EL CASO DE BOSNIA - HERZEGOVINA.


LISTA DE INTERVENCIONES MILITARES DESDE LA ULTIMA ETAPA DEL SIGLO XX:

1973:
Chile, el militar Augusto Pinochet toma el poder en un Golpe de Estado
apoyado por la CIA en contra del presidente socialista Salvador Allende.

1975 a 1999:
Timor Oriental, sostén de la junta militar Indonesia luego de las
fuerzas de la ONU para su independencia.

1980 a 1990:
El Salvador, la ayuda militar al gobierno y a los Escuadrones de la
muerte, para echar a la guerrilla. 100.000 muertos en esta guerra civil.

1980 a 1990:
Nicaragua, El gobierno de Ronald Reagan apoya militarmente a los Contras
para derrocar al Régimen Sandinista de Daniel Ortega.

1983:
Líbano, Fuerza multinacional. Invasión de Granada.

1986:
Libia, bombardeo de varias ciudades y bases militares.

1989:
Filipinas, ayuda contra un golpe de Estado. Panamá, caída del general
Manuel Noriega.

1991:
Guerra del Golfo

1990-1991
(Operación tormenta del desierto) en respuesta a una demanda de Kuwait
(ocupado por Irak) en la ONU. Con sostén de la ONU y de varios países de
OTAN. Utilización de armas a uranio, acusadas de causar leucemias entre
los veteranos.

1993-1994:
Somalia, intervención militar de USA para sostener las operaciones de la
ONU.

1994:
Haití, intervención para instalar al Presidente elegido Jean-Bertrand
Aristide

1995:
Bosnia Herzegovina, sostén a fuerzas de la ONU / OTAN en el mismo lugar.

1998:
Iraq, bombardeo.

1998:
Bombardeo de una fábrica de medicinas (sospecha de pertenecer a Bin
Laden en Sudán y de campos de entrenamiento terrorista en Afganistán.

1999:
Yugoslavia El gobierno de Bill Clinton bombardeó la extinta república
atomizando aún más la división de etnias.

2001-2003:
Intervención en Afganistán en respuesta a los atentados del 11 de
septiembre de 2001.

2002:
Filipinas, en el marco de la ‘ guerra contra el terrorismo’. Con sostén
del gobierno filipino.

2003:
Guerra de Iraq, los Estados Unidos desafían la oposición internacional y
la ONU bombardeando luego invadiendo Irak con apoyo y táctica del Reino
unido. Utilización de municiones a uranio empobrecido, de bombas a
submuniciones, de armas letales (al fósforo y el NAPALM) particularmente
en Falloujah.

2004:
Haití, los Estados Unidos, en una intervención militar y con la ayuda de
Francia, deponen al presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide del poder.


INTERVENCION MILITAR EN IRAK: SEGURIDAD, DEMOCRACIA Y LUCHA CONTRA EL TERRORISMO

1ER ARGUMENTO ORIGINAL PARA LA INTERVENCIÓN MILITAR EN IRAK:
POSESIÓN DE ARMAS DE DESTRUCCIÓN MASIVA POR PARTE DEL RÉGIMEN DE SADAM HUSSEIN

2DO ARGUMENTO DEL GOBIERNO DE BUSH PARA LA INTERVENCIÓN MILITAR EN IRAK:

- LIBERAR A IRAK DE UN DICTADOR ODIOSO COMO SADAM HUSSEIN
- IMPLANTAR LA DEMOCRACIA EN IRAK.


LEGITIMIDAD DE LA INTERVENCIÓN MILITAR EN IRAK:

EN UN PRINCIPIO LA LEGITMIDAD DE LA INTERVENCION MILITAR EN IRAK ERA NULA, PORQUE PASABA POR ENCIMA DE LA NORMATIVIDAD JURÍDICA INTERNACIONAL Y DEL SISTEMA DE LAS NACIONES UNIDAS; SIN EMBARGO LA RESOLUCIÓN N° 1483 DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LAS NACIONES UNIDAS, LE HA DADO LEGITMIDAD Y LEGALIZACIÓN RETROACTIVA A ESTA INTERVENCIÓN MILITAR LLEVADA A CABO SIN PREVIA AUTORIZACIÓN .
EN ESTA RESOLUCION N° 1483 DEL CONSEJO DE SEGURIDAD DE LAS NACIONES UNIDAS, SE TRASPASA A LAS FUERZAS OCUPANTES NORTEAMERICANAS UNA BUENA PARTE DE LOS ATRIBUTOS DE LA SOBERANÍA IRAQUÍ, DURANTE TIEMPO INDEFINIDO, POR LO QUE ESTA RESOLUCIÓN DE LA ONU EXCEDE TOTALMENTE TODOS LOS MARCOS DE CRITERIO DE ANALIS DEL ACTUAL DERECHO INTERNACIONAL.


CONCLUSIÓN:

DE ESTA MANERA, LOS IDEÓLOGOS DE LA DOCTRINA DE LA SUPREMACÍA NORTEMAERICANA, VIERON MATERIALIZADOS SUS POSTURAS REALISTAS EN CUANTO A LAS RELACIONES DE PODER EN EL ÁMBITO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES; CONSIDERANDO QUE EL DERECHO INTERNACIONAL SE LIMITA SIMPLEMENTE A DOTAR DE LEGITIMIDAD A LO QUE YA SE HABIA CONSEGUIDO POR LA FUERZA; PISTOEANDO DE ESTA MANERA EL CAPITULO VII DE LA CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS.


CARTA DE LAS NACIONES UNIDAS
CAPÍTULO VII
ACCIÓN EN CASO DE AMENAZAS A LA PAZ, QUEBRANTAMIENTOS DE LA PAZ O ACTOS DE AGRESIÓN
Artículo 39

El Consejo de Seguridad determinará la existencia de toda amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresion y hará recomendaciones o decidirá que medidas seran tomadas de conformidad con los Artículos 41 y 42 para mantener o restablecer 1a paz y la seguridad internacionales.

Artículo 41

El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender la interrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunicaciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctricas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones diplomáticas.

Artículo 42

Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres de Miembros de las Naciones Unidas.

Artículo 43

1. Todos los Miembros de las Naciones Unidas, con e1 fin de contribuir al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, se compremeten a poner a disposición del Consejo de Seguridad, cuando éste lo solicite, y de conformidad con un convenio especial o con convenios especiales, las fuerzas armadas, la ayuda y las facilidades, incluso el derecho de paso, que sean necesarias para el propósito de mantener la paz y la seguridad internacionales.

2. Dicho convenio o convenios fijarán el número y clase de las fuerzas, su grado de preparación y su ublicación general, como también la naturaleza de las facilidades y de la ayuda que habrán de darse.

3. El convenio o convenios serán negociados a iniciativa del Consejo de Seguridad tan pronto como sea posible; serán concertados entre el Consejo de Seguridad y Miembros individuales o entre el Consejo de Seguridad y grupos de Miembros, y estarán sujetos a ratificación por los Estados signatarios de acuerdo con sus respectivos procedimientos constitucionales.

Artículo 44

Cuando el Consejo de Seguridad haya decidido hacer uso de la fuerza, antes de requerir a un Miembro que no éste representado en él a que provea fuerzas armadas en cumplimiento de las obligaciones contraídas en virtud del Artículo 43, invitará a dicho Miembro, si éste así lo deseare, a participar en las decisiones del Consejo de Seguridad relativas al empleo de contingentes de fuerzas armadas de dicho Miembro.

Artículo 45

A fin de que la Organización pueda tomar medidas militares urgentes, sus Miembros mantendrán contingentes de fuerzas aéreas nacionales inmediatamente disponibles para la ejecución combinada de una acción coercitiva internacional. La potencia y el grado de preparación de estos contingentes y los planes para su acción combinada seran determinados, dentro de los límites establecidos en el convenio o convenios especiales de que trata el Artículo 43, por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor.

Artículo 46

Los planes para el empleo de la fuerza armada serán hechos por el Consejo de Seguridad con la ayuda del Comité de Estado Mayor.

Artículo 47

1. Se establecerá un Comité de Estado Mayor para asesorar y asistir al Consejo de Seguridad en todas las cuestiones relativas a las necesidades militares del Consejo para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, al empleo y comando de las fuerzas puestas a su disposición, a la regulación de los armamentos y al posible desarme.

2. El Comité de Estado Mayor estará integrado por los Jefes de Estado Mayor de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad o sus representantes. Todo Miembro de las Naciones Unidas que no éste permanentemente representado en el Comite será invitado por éste a asociarse a sus labores cuando el desempeño eficiente de las funciones del Comité requiera la participación de dicho Miembro.

3. El Comité de Estado Mayor tendrá a su cargo, bajo la autoridad del Consejo de Seguridad, la dirección estratégica de todas las fuerzas armadas puestas a disposición del Consejo. Las cuestiones relativas al comando de dichas fuerzas serán resueltas posteriormente.

4. El Comite de Estado Mayor, con autorización del Consejo de Seguridad y después de consultar con los organismos regionales apropiados, podrá establecer subcomités regionales.

Artículo 48

1. La acción requerida para llevar a cabo las decisiones del Consejo de Seguridad para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales será ejercida por todos los Miembros de las Naciones Unidas o por algunos de ellos, según lo determine el Consejo de Seguridad.

2. Dichas decisiones serán llevadas a cabo por los Miembros de las Naciones Unidas directamente y mediante su acción en los organismos internacionales apropiados de que formen parte.

Artículo 49

Los Miembros de las Naciones Unidas deberán prestarse ayuda mutua para llevar a cabo las medidas dispuestas por el Consejo de Seguridad.

Artículo 50

Si el Consejo de Seguridad tomare medidas preventivas o coercitivas contra un Estado, cualquier otro Estado, sea o no Miembro de las Naciones Unidas, que confrontare problemas económicos especiales originados por la ejecución de dichas medidas, tendrá el derecho de consultar al Consejo de Seguridad acerca de la solución de esos problemas.

Artículo 51

Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el derecho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa serán comunicadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no afectarán en manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a la presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que estime necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales.


Resolución 1483 (2003)


Aprobada por el Consejo de Seguridad en su 4761ª sesión,
celebrada el 22 de mayo de 2003

El Consejo de Seguridad,

Recordando todas sus resoluciones anteriores sobre la cuestión,

Reafirmando la soberanía e integridad territorial del Iraq,

Reafirmando también la importancia de eliminar las armas de destrucción en masa iraquíes y, en su momento confirmar el desarme del Iraq,

Destacando el derecho del pueblo iraquí a determinar libremente su propio futuro político y a controlar sus propios recursos naturales, observando con satisfacción el compromiso de todas las partes interesadas de apoyar la creación de un entorno en que pueda hacerlo lo antes posible y manifestando su determinación de que llegue pronto el día en que los iraquíes se gobiernen a sí mismos,

Alentando al pueblo iraquí a formar un gobierno representativo basado en el Estado de derecho que ofrezca igualdad de derechos y justicia para todos los iraquíes sin distinción de raza, religión o género y, a este respecto, recordando su resolución 1325 (2000), de 31 de octubre de 2000,

Afirmando la necesidad de que se rindan cuentas por los crímenes y las atrocidades cometidos por el anterior régimen iraquí,

Determinando que la situación en el Iraq, aunque haya mejorado, sigue constituyendo una amenaza para la paz y la seguridad internacionales,

Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas,

1. Hace un llamamiento a los Estados Miembros y las organizaciones interesadas para que ayuden al pueblo del Iraq en la labor de reformar sus instituciones y reconstruir su país y contribuyan a que existan en el Iraq condiciones de estabilidad y seguridad de conformidad con la presente resolución;

3. Insta a los Estados Miembros a que no den refugio a los miembros del anterior régimen iraquí presuntamente responsables de crímenes y atrocidades y a que respalden las medidas encaminadas a hacerlos comparecer ante la justicia;

4. Insta a la Autoridad a que, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y otras normas pertinentes del derecho internacional, promueva el bienestar del pueblo iraquí mediante la administración efectiva del territorio, en particular tratando de restablecer condiciones de seguridad y estabilidad y de crear condiciones en que el pueblo iraquí pueda decidir libremente su propio futuro político;

sábado, 14 de junio de 2008

QUE PERDIÓ IRAK???

Ayuda

Texto y web Consulta traducida Diccionario Herramientas



Texto a traducir
Texto original: Traducción: inglés » español
August 23, 2007
Who Lost Iraq?
By James Dobbins

In the aftermath of national catastrophes, people have a natural tendency to look for an explanation based on a single point of failure. Such explanations are often unhelpful in devising subsequent policy. Simplistic lessons drawn from World War I persuaded the United States to embrace isolationism and Europe appeasement, both of which contributed to World War II. The lesson many Americans drew from not opposing Hitler sooner -- "no more Munichs" -- became a powerful rationale for the United States' entanglement in Vietnam in the 1960s. The subsequent national rejection of counterinsurgency missions -- "no more Vietnams" -- greatly hampered U.S. military performance in Iraq. If the current debate over the United States' failure in Iraq is to yield constructive results, it will have to go beyond bumper-sticker conclusions -- no more preemption, no more democracy promotion, no more nation building.

Individuals have been the first target of criticism: President George W. Bush, of course, but also Vice President Dick Cheney; Donald Rumsfeld, the former secretary of defense; General Tommy Franks, the former commander of U.S. Central Command; Paul Wolfowitz, the former deputy secretary of defense; Douglas Feith, the former undersecretary of defense for policy; L. Paul Bremer, the former head of the Coalition Provisional Authority; and George Tenet, the former CIA director. All except two of these individuals have been out of office for some time: the Bush administration is already on its second defense secretary, third CIA director, third commanding general in Iraq, and fourth top diplomat there -- and thus far, none of these changes has reversed a worsening situation. This suggests that the source of at least some of the United States' difficulties in Iraq transcends particular personalities.

Meanwhile, the White House, Congress, the State Department, the Defense Department, and the CIA have engaged in continuous blame shifting over Iraq. President Bush and Congress have accused the intelligence community of misleading them about Iraq's weapons of mass destruction. Tenet has responded that the administration's senior policymakers never seriously debated the decision to go to war. Rumsfeld says that the president never asked his advice on the matter. Former Secretary of State Colin Powell says that he provided the president with his views on the wisdom of war unasked, but to no effect. Former intelligence officers allege that the Defense Department and the White House manipulated, exaggerated, and manufactured intelligence appraisals to support a decision to go to war. Bremer says that he learned after serving several months in Iraq that the Pentagon was not sharing his reporting with the White House or the State Department. Tenet insists that the CIA warned the administration of the difficulties that would be encountered in the occupation (and recent press reports quoting CIA memos substantiate this).

During the Vietnam War, dissatisfaction with the conflict first became evident at the bottom of the military pyramid, and criticism of the U.S. military's performance was often leveled at its lowest ranks: the conscript riflemen whose disaffection, alcohol consumption, and drug usage increased as the war dragged on. Today, no one is complaining about the performance of the United States' all-volunteer force. In this war, dissent has emerged among very senior officers and been directed at the top leadership. Last year, in what became known as "the revolt of the generals," half a dozen recently retired U.S. commanders, several of whom had just led major units in Iraq, came out publicly against Rumsfeld's management of the war. In May of this year, the Armed Forces Journal printed an article by Lieutenant Colonel Paul Yingling entitled "A Failure in Generalship." Yingling, who is a veteran of two tours in Iraq and who is still on active duty, wrote of both Vietnam and Iraq, "These debacles are not attributable to individual failures, but rather to a crisis in an entire institution: America's general officer corps. America's generals have failed to prepare our armed forces for war and advise civilian authorities on the application of force to achieve the aims of policy."

Similarly, the U.S. media have engaged in a good deal of self-criticism over their coverage of the war. The New York Times apologized for its prewar coverage of nonexistent Iraqi weapons of mass destruction. Thomas Ricks, The Washington Post's defense correspondent, lambasted his own paper's editorial page for its pro-war boosterism in his book on the occupation. Bob Woodward, the Post's most famous journalist, acknowledged that he was part of the "group think" that helped sell the war. Bill Moyers devoted an entire PBS broadcast to the role of journalists in marketing the war. Dan Rather, of CBS, admitted that there was no excuse for his own performance in this regard.

As the difficulties and setbacks in Iraq have mounted, the level of partisan political recrimination has also increased. The Democrats have blamed the difficulties in Iraq on the Republicans. The Republicans have blamed the Iraqis. Now in control of Congress, the Democrats have insisted on conditioning further U.S. assistance to Iraq on Baghdad's meeting certain benchmarks. If the Iraqis fail to meet these goals, as seems likely, Congress may cut back funding for the war. This will allow the Republicans to blame the Democrats for the impending defeat, while the Democrats will blame the Iraqis.

In truth, there is more than enough blame to go around. The United States went into Iraq with a higher level of domestic support for war than at almost anytime in its history. Congress authorized the invasion by an overwhelming bipartisan majority -- something that had not occurred for the Gulf War a decade earlier, nor for any of the highly controversial military operations of the Clinton era, in Somalia, Haiti, Bosnia, and Kosovo. Precisely because responsibility for this misguided enterprise is so widely shared, the temptation to make the Iraqis the scapegoat for U.S. failure may ultimately prove irresistible.

But to serve any useful purpose, the debate over who lost Iraq will need to cut a good deal deeper than this. Reform comes in the wake of disaster. Sadly, Iraq represents an opportunity in this regard, one too good to be passed up. Whether one concludes that the war itself was a mistake or merely that its execution was badly managed, Americans need to consider wherein their leaders, institutions, and policies have been at fault.

THE LEADERS

So far, there is little disinterested information available on decisionmaking within the Bush administration. Nearly all of it has come from self-serving sources, such as former officials writing in their memoirs or current officials speaking anonymously to journalists. From these first drafts of history, one thing already seems clear: neither the president nor the secretary of defense relied on structured debate and disciplined dissent to aid his decision-making. Under their leadership, both the White House and the Pentagon used management models that emphasized inspiration and guidance from above and loyalty and compliance from below. In such an atmosphere, individuals within the administration who doubted the wisdom of invading Iraq or the adequacy of plans to occupy and rebuild the country were not encouraged to articulate those concerns. By adopting such a top-down approach to decision-making, the president and the secretary of defense denied themselves the more carefully considered proposals and better analysis that a dialectical process of structured debate would have produced.

Had President Bush fostered debate, the State Department would have made the case for continuing to contain Saddam Hussein. Had the administration investigated the likely costs of occupying and reconstructing Iraq, the arguments for continued containment would have gained additional weight. Had Rumsfeld sought military or civilian expert advice regarding the manpower requirements for stabilizing Iraq, he might have sought to increase rather than decrease the already low estimates he was getting from his field commander, General Franks. Had the White House sought to integrate lessons learned during the various nation-building efforts of the 1990s, many early missteps in Iraq could have been avoided.

To be sure, a candid appraisal of the likely costs and risks of invading Iraq would probably have leaked, gravely complicating the administration's ability to secure congressional and public support for the war. Such fears probably explain why the administration silenced Army Chief of Staff Eric Shinseki and Assistant to the President for Economic Affairs Lawrence Lindsay after they publicly aired uncomfortably high estimates of the military manpower and economic resources necessary to occupy Iraq.

President Bush is by no means the first U.S. leader to understate the likely costs of an intervention. In 1995, President Bill Clinton promised to have U.S. troops out of Bosnia in a year; they remained a full decade. Yet it is equally true that Clinton was extremely reluctant to commit forces in this and other instances and that his decisions to do so were taken only after the most exhaustive internal debates, in which almost every conceivable alternative was explored, all relevant agencies listened to, and all the downsides considered.

There are undoubtedly costs to dependence on structured debate and disciplined dissent as aids to presidential decision-making. The process is time-consuming, the proceedings cannot be kept entirely confidential, and the ensuing public debate will be anything but disciplined. Yet a decision to go to war should be difficult, not easy. The Founding Fathers intended that these issues should be decided in open congressional deliberations. But current practice has departed so far from this model that the decision to go to war in Iraq was not even fully debated within the executive branch.

THE FOLLOWERS

Given the lack of receptivity to alternative views at the top, how much blame should be shouldered by people lower down who knew better and failed to speak up or who spoke up but failed to resign when their objections were brushed aside? Should the generals who revolted be condemned for awaiting retirement to lodge their protests? Should the nation foster a more critical climate within its military services, one in which officers are encouraged to challenge not only illegal orders but unwise ones as well?

Probably not. The military demands a higher degree of subordination, obedience, and discipline than other professions. Furthermore, civilian control of the military is an inviolable principle, which means that civilians should bear the chief responsibility when the military is misdirected.

If it is not the military's role to challenge lawful orders, still less is it the role of the press to manufacture controversy where none exists. In a democracy, the primary responsibility for opposing or at least critically examining the case for war falls on the opposition party. If the opposition chooses to duck that responsibility, as the Democrats largely did when the issue was put to them in late 2002, it is hard to fault the press for not stepping in to fill the void.

Much criticism has been leveled at the Bush administration's reliance on young, inexperienced ideologues to staff junior positions within the Coalition Provisional Authority. But this is hardly the primary example of political patronage undermining professional expertise. Bremer filled nearly all the senior jobs in Iraq with seasoned professionals and only turned to the White House patronage machine when the administration proved unable to staff the more junior posts with career professionals. In Washington, it is not the junior but the most senior and influential positions that are filled by individuals chosen primarily for their ideological convictions and personal loyalty.

The U.S. system of political patronage (unique in its scope among the world's democratic governments) ensures a high level of inexperience in the opening years of any presidency, promotes strong barriers to continuity of policy from one administration to the next, and results in diminished competence in a civil service whose members are permanently denied access to positions of greater responsibility. The system effectively insulates political leaders at the top from professional advice from the bottom, imposing several layers of ideological buffer between the two. Some administrations are worse than others in this regard, but all are bad. Neoconservative excess may have led to the current mess in Iraq, but well-meaning liberals are capable of the same sort of folly, as the late David Halberstam documented in The Best and the Brightest, his classic study of Vietnam War-era policymaking.

The U.S. military, police, and intelligence services are already largely fenced off from politicization on the grounds that national security is too important to entrust to amateurs. The nation should seek the same standard of professionalism for the senior civilian officials who staff the Defense Department and other national security agencies, including the National Security Council. Legislation that sets aside a certain proportion of subcabinet and White House staff positions for career professionals would go far toward encouraging continuity of policy and strengthening the competence of incoming administrations. So would a requirement that aspirants for top jobs in the national security field serve some time in another agency or a joint position, just as military officers now must serve at least one tour of duty outside their own branch of service to reach the most senior ranks.

THE INSTITUTIONS

Congress and the White House have already taken corrective action to address the intelligence failure that provided the war's main public rationale, demoting the director of central intelligence and creating a new post of director of national intelligence. Congress has only begun, however, to examine the uses, misuses, and abuses of intelligence by policymakers in the run-up to the war in Iraq.

Corrective action here may be much more difficult. Some would like to further insulate the intelligence community from policymakers, effectively turning it into a fourth branch of government, independent of the executive and unreservedly free to criticize its intentions and undermine its policies. This would be a mistake.

The intelligence community proved overly pessimistic in its assessment of the existence of Iraqi weapons of mass destruction. It was equally pessimistic -- if more accurate -- about the problems likely to be encountered by a U.S. occupation of Iraq. Policymakers seized on one assessment and ignored the other. The problem was less one of flawed intelligence than of flawed use of intelligence by policymakers.

Intelligence analysts will almost always emphasize the downside of any risk and can never be one hundred percent certain in their judgments. Congress and the public should thus recognize and accept the inherent limitations of secret intelligence instead of trying to institutionalize yet another check on executive power.

Ineffectual performance in Iraq accompanied by constant blame shifting among Washington's agencies has led some to conclude that the entire interagency structure is defective. While still secretary of defense, Rumsfeld characterized the interagency system as broken, claiming that, as reported in Bob Woodward's State of Denial, "in the 21st Century we're still functioning with an interagency process and governmental structure that is in the industrial age of the last century." In his confirmation hearings to replace Rumsfeld, Robert Gates stated that the lack of interagency collaboration during the war in Iraq highlights the need to compel cooperation in the way the Goldwater-Nichols Act helped the military services work together in the 1980s.

The current system for integrating defense and foreign policy has actually functioned quite well for most of the past 60 years: it helped win the Cold War, unite Europe, cope with the collapse of the Soviet Union, deal with the early challenges of the post-Cold War era, and initially respond to the attacks of 9/11. Arrangements that seemed to be working adequately only six years ago are probably not irremediably broken today. Fixing them does not require a new department of national security or a further expansion of the White House staff, as some have suggested. What would help is legislation establishing a durable division of labor among the State Department, the Defense Department, and other national security agencies that are involved in postconflict nation building.

For the past 15 years, critical functions such as overseeing military and police training, providing humanitarian and reconstruction aid, and promoting democratic development have been repeatedly transferred from the State Department to the Defense Department and back again, leaving each agency uncertain what its long-term responsibilities are and consequently disinclined to invest in improving its performance. An executive order defining such roles, as Gates has proposed, would probably not outlast the administration that issued it. The national security establishment thus needs a legislated reorganization so that it can better conduct postwar stabilization and reconstruction missions, just as the Goldwater-Nichols Act over 20 years ago reorganized the military establishment to more effectively wage war.

THE STRATEGY AND FORCE STRUCTURE

Many of those calling for a reduced U.S. military presence in Iraq are simultaneously urging an increase in the size of the army. Underlying this apparent anomaly is widespread confusion regarding the appropriate role of military force in combating violent extremism.

Where the United States puts the bulk of its national security effort is heavily influenced by how Americans conceptualize the struggle against violent extremist movements in the Muslim world. If al Qaeda and its ilk are regarded primarily as criminal conspirators, then the United States needs a counterterrorism strategy that emphasizes police, intelligence, and diplomatic efforts. If the threat is deemed to have metastasized to the point where it is regarded as a global insurgency, then a greater reliance on military force may be justified.

Many experts believe that the threat of Islamist terrorism has indeed grown to the point where its purveyors have the capacity to overturn existing governments and seize control of substantial territory. Others continue to regard al Qaeda and its imitators more as opportunistic parasites that seek to attach themselves to what are essentially nationalist conflicts (much as al Qaeda has attached itself to a Sunni resistance movement in Iraq).

In the case of parasitic relationships, supporting rather than opposing the insurgency can, on occasion, be the best way to marginalize the extremists. This is the approach the United States followed in Afghanistan in the 1980s and in the Balkans in the 1990s, where it supported Muslim insurgencies against Soviet and Serbian domination, respectively. Staying aloof, as the United States did with respect to the Algerian insurgency in the 1990s, is another option. In cases where U.S. national interests dictate some level of involvement against the insurgents, limiting the U.S. role to training, equipping, and advising the counterinsurgents is normally preferable to direct military intervention. In rare circumstances, such as in Afghanistan, that option may not be immediately available, and the burden may fall to U.S. soldiers.

With the unexpected early retirement of John Abizaid as head of U.S. Central Command and the replacement of General George Casey by General David Petraeus as the top commander in Iraq, one of these approaches to counterinsurgency has given way to another. Abizaid and Casey, feeling that the large U.S. military presence in Iraq provoked more resistance than it suppressed, advocated turning combat operations over to Iraqi forces as quickly as possible. They thus concentrated on training and equipping the Iraqi security forces. Petraeus, for his part, believes that U.S. forces employing classic counterinsurgency tactics still have an opportunity to gain the cooperation of the population and give Iraqi politicians the time and space they need to reconcile their differences. The Pentagon's top brass reportedly backed Abizaid and Casey's preference but were overruled by President Bush.

Iraq is, after all, a comparatively small country, yet countering the insurgency there has engaged most of the U.S. Army and the Marine Corps. If future terrorist-linked insurgencies are to be similarly confronted by U.S. forces, then very large numbers will be needed. Alternatively, if the United States chooses in the future to combat insurgencies via local proxies, as it did throughout the Cold War (Vietnam being the sole exception), then a renewed emphasis on training, equipping, and advising foreign forces is in order. In that case, the need is less for a larger army than for one reorganized to better handle these new tasks.

It would be a mistake to employ Iraq as the yardstick by which to gauge the future necessary size and shape of the U.S. military, given that the war was probably unnecessary and the occupation mishandled from the outset. Afghanistan offers a better and somewhat less demanding guide to future requirements. The U.S. effort there has broad (if diminishing) local support, full international legitimacy, and substantial multinational participation. Yet Afghanistan, for all these advantages, is a test the United States is not currently passing. Improvements in the United States' capacity for nation building and counterinsurgency are thus in order.

The Bush administration's rhetoric since 9/11 has accentuated the warlike character of the terrorist threat and the martial nature of the required response. Yet most of the tangible successes in the "war on terror" have come as a result of police, intelligence, and diplomatic activity. Not until U.S. leaders rebalance their rhetoric will it be possible to redirect the government's funding priorities toward the nonmilitary instruments on which the suppression of violent extremist movements is most likely to depend.

THE POLICIES

Preemption, democracy promotion, and nation building have all been sullied by association with the war in Iraq. All three policies deserve reexamination, but none should be jettisoned entirely.

Over more than two centuries, the United States has conducted dozens of military campaigns, only two of which were in response to attacks on U.S. soil. This record should leave few in doubt that the United States will employ force to protect itself, its friends, and its interests without necessarily waiting to be struck first. To enshrine this principle in publicly proclaimed national doctrine, however, only makes any subsequent resort to force more controversial and hinders the process of attracting allies and securing international sanction for such actions; other nations will never be prepared to exempt the United States from the internationally recognized restraints on the unprovoked use of force. This international resistance to declared U.S. policy was clearly on display when the decision was made to attack Iraq soon after the Bush administration formally adopted preemption as the cornerstone of its new national security strategy. Washington therefore needs to drop "preemption" from the lexicon of its declared national security policy (as the Bush administration has already begun to do) while leaving an appropriate degree of uncertainty in the minds of any potential foes about how the United States might respond to a mounting threat.

Like preemption, democracy promotion has been a component of U.S. foreign policy almost since the country's birth. Beginning in the eighteenth century, most other nations in the Western Hemisphere have adopted political systems modeled, however imperfectly, on the United States' system. After World War II, the United States established strong democracies in Japan and Germany and supported democratization throughout Western Europe, employing a combination of military power, economic assistance, strategic communications (that is, propaganda), and direct, if surreptitious, support to democratic parties. In more recent decades, all of central and most of eastern Europe, nearly all of Latin America, much of East Asia, and some of Africa have become democratic with active U.S. encouragement.

But democratization is no panacea for terrorism and no shortcut to a more pro-U.S. (or pro-Israel) Middle East. Established democracies may not make war on one another, but studies have shown that democratizing nations are highly prone to both internal and external conflicts. Furthermore, democratic governments in Egypt, Jordan, or Saudi Arabia would be more hostile to Israel and less aligned with the United States than the authoritarian regimes they replaced, since public opinion in those countries is more opposed to Israeli and U.S. policy than are their current leaders.

It may well have been a mistake to exempt the Middle East from over 60 years of largely successful U.S. efforts to promote democracy, but it is unrealistic to expect this deficiency to be remedied within a few years. Recent efforts to accelerate political reform in the region have already backfired. Elections are polarizing events, particularly in societies already marked by sectarian conflict, as has been demonstrated recently in Iraq, Lebanon, and the Palestinian territories. Rather than seeking dramatic electoral breakthroughs, let alone imposing reforms, U.S. efforts to advance democracy in the Middle East should focus on building its foundations, including the rule of law, civil society, larger middle classes, and more effective and less corrupt governments.

Nation building also deserves to survive its failure in Iraq. The Bush administration, like the U.S. public, now recognizes that the occupation of that country was mismanaged. As a result, it has embraced the nation-building mission in all but name with the fervor of a new convert. Unfortunately, although the Bush administration's reaction to setbacks in Iraq has been a determination to do better next time, Americans seem more inclined to avoid any such future enterprises.

In fact, both conclusions are valid. The United States should certainly avoid invading large hostile countries on the basis of faulty intelligence and with the support of narrow, unrepresentative coalitions. But not all conflicts are avoidable. Iraq may have been a war of choice, but Afghanistan was not. Both conflicts left the United States with a heavy burden of nation building. Through the 1990s, the Clinton administration slowly learned how costly and time-consuming such missions could be. In Somalia, the United States turned tail at the first sign of opposition. In Haiti, it set an early departure deadline, thereby ensuring that any improvements it introduced would be short-lived. In Bosnia, Clinton set an even shorter timeline, promising to have all U.S. troops out of the country within 12 months. But if Clinton had not learned to avoid setting deadlines, he had at least learned to avoid keeping them. Only late in his second term did he finally acknowledge the open-ended nature of U.S. commitments in both Bosnia and Kosovo.

It has taken the Bush administration a similar amount of time to learn that nation building cannot be done on the cheap. The "surge" of troops into Baghdad is a belated acknowledgment that rebuilding a failed state takes an enormous commitment of manpower, money, and time. This realization may have come too late to rescue the U.S. venture in Iraq. It should, nevertheless, serve as a cautionary guide to such endeavors in the future.

THE FAULT IS NOT IN OUR STARS

By January 2009, nearly everyone responsible for launching and directing the war in Iraq will have left office. Sorting out who did what will then become a job for historians. In choosing successors, however, Americans should insist on leaders who will foster debate and welcome disciplined dissent. These leaders should be surrounded by advisers chosen primarily for their relevant experience and demonstrated competence, not their ideological purity and partisan loyalty.

Leaders of this caliber, supported by more competent and professional staffs, will make better use of existing structures for policy formulation and implementation. These structures can be strengthened by the establishment of an enduring division of labor for postconflict stabilization and reconstruction among the national security agencies and by the building of a cadre of senior career officials with experience across the national security establishment.

The "war on terror" should be reconceived and renamed to place greater emphasis on its police, intelligence, and diplomatic components. The U.S. Army should continue to improve its counterinsurgency skills, with a particular emphasis on training, equipping, and advising others to conduct such campaigns. The United States should avoid allowing al Qaeda and its ilk to dictate its alignment in any particular dispute, should take sides when necessary based on an objective calculation of national interests, and should directly engage U.S. troops in local civil wars only in the rarest of circumstances. "Preemption" should be retired from the lexicon of declared policy, democratization should be pursued everywhere as a long-term objective in full recognition of its short-term costs and risks, and nation building should be embarked on only where the United States and its partners are ready for a long, hard, and expensive effort. Above all, Americans should accept that the entire nation has, to one degree or another, failed in Iraq. Facing up to this fact and drawing the necessary lessons is the only way to ensure that it does not similarly fail again.

James Dobbins directs the International Security and Defense Policy Center at the RAND Corporation and served as Assistant Secretary of State under Presidents Bill Clinton and George W. Bush. He was the Clinton administration's special envoy to Bosnia, Haiti, Kosovo, and Somalia and the Bush administration's first envoy to Afghanistan.
Foreign Affairs 23 de agosto de 2007
Que perdió Irak?
Por James Dobbins

A raíz de las catástrofes, las personas tienen una tendencia natural a buscar una explicación basada en un único punto de fallo. Tales explicaciones son a menudo poco útil en la elaboración posterior de políticas. Simplistas lecciones extraídas de la Primera Guerra Mundial persuadir a los Estados Unidos para abarcar el aislacionismo y el apaciguamiento Europa, tanto de lo que ha contribuido a la Segunda Guerra Mundial. La lección que muchos estadounidenses no señala de oponerse a Hitler antes - "no más Munichs" - se convirtió en una poderosa justificación de los Estados Unidos enredados en Vietnam en el decenio de 1960. El posterior rechazo nacional de misiones de contrainsurgencia - "no más Vietnams" - obstaculizado en gran medida el rendimiento militar de EE.UU. en Iraq. Si el debate actual sobre los Estados Unidos "el fracaso en Iraq es para obtener resultados constructivos, tendrá que ir más allá de parachoques-pegatina conclusiones - no más prioridad, más no la promoción de la democracia, no más la construcción de la nación.

Los individuos han sido el primer blanco de críticas: el presidente George W. Bush, por supuesto, pero también Vice President Dick Cheney, Donald Rumsfeld, el ex secretario de defensa, General Tommy Franks, ex comandante del Comando Central de EE.UU., Paul Wolfowitz, el ex Subsecretario de Defensa, Douglas Feith, ex subsecretario de defensa para política; L. Paul Bremer, el ex jefe de la Autoridad Provisional de la Coalición, y George Tenet, ex director de la CIA. Todos excepto dos de estos individuos han estado fuera de la oficina durante algún tiempo: la administración Bush ya está en su segundo Secretario de Defensa, tercer director de la CIA, tercer comandante general en Iraq, y la cuarta parte superior diplomático existe - y hasta el momento, ninguno de estos los cambios se ha invertido un empeoramiento de la situación. Esto sugiere que la fuente de al menos algunos de los Estados Unidos "dificultades en Iraq trasciende personalidades particular.

Mientras tanto, la Casa Blanca, el Congreso, el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y la CIA han participado en continuo desplazamiento de más de culpar a Iraq. El Presidente Bush y el Congreso han acusado a la comunidad de inteligencia de inducir a error acerca de Iraq las armas de destrucción en masa. Tenet ha respondido que la administración de altos responsables políticos nunca debatido seriamente la decisión de ir a la guerra. Rumsfeld dice que el presidente nunca le pidió a su asesoramiento sobre la cuestión. El ex Secretario de Estado Colin Powell dice que siempre que el presidente con sus puntos de vista sobre la sabiduría de la guerra unasked, pero a ningún efecto. Ex funcionarios de inteligencia afirman que el Departamento de Defensa y la Casa Blanca manipula, exagera, y las evaluaciones de inteligencia de fabricación a apoyar una decisión de ir a la guerra. Bremer dice que se enteró después de cumplir varios meses en Irak que el Pentágono no fue compartir sus informes con la Casa Blanca o el Departamento de Estado. Tenet insiste en que la CIA advirtió a la administración de las dificultades que se ha tropezado en la ocupación (y los últimos informes de la prensa citando CIA memos fundamentar este).

Durante la Guerra de Vietnam, descontento con el conflicto primero se hizo evidente en la parte inferior de la pirámide militar, y las críticas de los EE.UU. militar del rendimiento a menudo en su nivel más bajo filas: el recluta riflemen cuyo descontento, el consumo de alcohol, uso de drogas y el aumento de la arrastrado a la guerra. Hoy en día, nadie se queja sobre el rendimiento de los Estados Unidos "todos los voluntarios de la fuerza. En esta guerra, la disidencia ha surgido entre muy altos funcionarios y se dirigieron a la parte superior de liderazgo. El año pasado, en lo que se conoce como "la revuelta de los generales," una media docena recientemente retirado los comandantes de EE.UU., varios de los cuales acaba de unidades llevó a cabo en Irak, salió públicamente contra la gestión de Rumsfeld de la guerra. En mayo de este año, las Fuerzas Armadas Diario impreso un artículo por el Teniente Coronel Paul Yingling titulado "Un fracaso en Generalship". Yingling, que es un veterano de dos viajes a Iraq y que sigue en servicio activo, escribió de Vietnam e Irak, "Estas debacles no son atribuibles a fallos individuales, sino más bien a una crisis en toda una institución: América generales del cuerpo de oficiales . America's generales no han podido preparar a nuestras fuerzas armadas para la guerra y asesorar a las autoridades civiles sobre la aplicación de la fuerza para alcanzar los objetivos de la política. "

Del mismo modo, los EE.UU. los medios de comunicación han iniciado una buena dosis de auto-crítica sobre su cobertura de la guerra. The New York Times se disculpó por su cobertura antes de la guerra de inexistentes armas iraquíes de destrucción en masa. Thomas Ricks, The Washington Post del corresponsal de defensa, puede hacer su propio papel de la página editorial de su pro-guerra boosterism en su libro sobre la ocupación. Bob Woodward, el Post del más famoso periodista, reconoció que él era parte del "grupo de pensar" que ayudaron a vender la guerra. Bill Moyers dedicó toda una emisión de PBS al papel de los periodistas en la comercialización de la guerra. Dan Rather, de CBS, admitió que no había ninguna excusa para su propia actuación en este sentido.

Como las dificultades y los fracasos en Iraq han montado, el nivel de política partidista recriminaciones también ha aumentado. Los demócratas han culpado a las dificultades en Iraq en los republicanos. Los republicanos han culpado a los iraquíes. Ahora en control del Congreso, los demócratas han insistido en condicionar aún más la asistencia a los EE.UU. en Iraq Bagdad la sesión de ciertos puntos de referencia. Si los iraquíes no cumplen con estos objetivos, como parece probable, el Congreso podrá recortar fondos para la guerra. Esto permitirá a los republicanos a culpar a los Demócratas por la inminente derrota, mientras que los demócratas se culpa a los iraquíes.

En verdad, no es más que suficiente culpa para repartir. Los Estados Unidos entraron en Iraq con un mayor nivel de ayuda interna en favor de la guerra que en casi cualquier momento de su historia. Congreso autorizó a la invasión por una abrumadora mayoría bipartidista - algo que no se habían producido por la Guerra del Golfo una década antes, ni a ninguna de las muy controvertidas operaciones militares de la era Clinton, en Somalia, Haití, Bosnia y Kosovo. Precisamente porque la responsabilidad de esta empresa equivocada es tan ampliamente compartida, la tentación de hacer los iraquíes en el chivo expiatorio de EE.UU. deficiente puede resultar en última instancia irresistible.

Sin embargo, para servir a ningún propósito útil, el debate sobre Iraq que pierde tendrá que cortar una buena oferta más profundo que eso. La reforma viene a raíz del desastre. Por desgracia, Iraq representa una oportunidad en este sentido, uno demasiado bueno para ser aprobado. Si uno llega a la conclusión de que la propia guerra fue un error o simplemente que su ejecución fue mal administrada, los estadounidenses deben considerar el que sus dirigentes, instituciones y políticas han sido causados por su culpa.

Los dirigentes

Hasta el momento, hay poca información disponible desinteresada en la toma de decisiones dentro de la administración Bush. Casi todos los que ha de venir de egoístas fuentes, como los ex funcionarios que escriben en sus memorias o actuales funcionarios haciendo uso de la palabra anónima a los periodistas. A partir de estos primeros borradores de la historia, ya una cosa parece clara: ni el presidente ni el secretario de defensa se basó en debate estructurado y disciplinado para ayudar a la disidencia de su toma de decisiones. Bajo su liderazgo, tanto la Casa Blanca y el Pentágono utiliza modelos de gestión que hizo hincapié en la inspiración y orientación desde arriba y la lealtad y el cumplimiento de abajo. En tal atmósfera, los individuos dentro de la administración que puso en duda la sabiduría de invadir Iraq o la adecuación de los planes de ocupar y reconstruir el país no se anima a articular esas preocupaciones. Con la adopción de tal enfoque de arriba hacia abajo a la toma de decisiones, el presidente y el secretario de defensa niega a sí mismos el más estudiado cuidadosamente las propuestas y un mejor análisis que un proceso dialéctico de debate estructurado habría producido.

El presidente Bush ha fomentado el debate, el Departamento de Estado habría hecho el caso para la continuación de contener a Saddam Hussein. La administración ha investigado los posibles costes de ocupación y la reconstrucción de Iraq, los argumentos de que continúe la contención habría ganado peso adicional. Rumsfeld ha tratado militar o civil el asesoramiento de expertos en relación con las necesidades de mano de obra para la estabilización de Iraq, tal vez han tratado de aumentar, en lugar de disminuir la ya de por sí baja las estimaciones fue recibiendo de su comandante, el General Franks. Tuvo la Casa Blanca trató de integrar las lecciones aprendidas durante las diversas nación los esfuerzos de consolidación de la década de 1990, muchos principios de errores en Iraq podrían haberse evitado.

Sin duda, una sincera evaluación de los posibles costes y los riesgos de invadir Iraq probablemente habría filtrado, complica gravemente la administración de la capacidad de asegurar el Congreso y el apoyo público para la guerra. Estos temores probablemente explica por qué la administración silenciado Ejército Jefe de Estado Mayor Eric Shinseki y Asistente del Presidente para Asuntos Económicos Lawrence Lindsay públicamente después de que salió al aire incómodamente altas estimaciones de los militares de mano de obra y recursos económicos necesarios para ocupar Iraq.

El Presidente Bush no es el primer líder de EE.UU. a subestimar los posibles costos de una intervención. En 1995, el Presidente Bill Clinton prometió que EE.UU. tiene tropas de Bosnia en un año, sino que sigue siendo una plena década. Sin embargo, también es cierto que Clinton fue muy reacios a comprometer sus fuerzas en este y otros casos y que su decisión de hacerlo se han tomado sólo después de la más exhaustiva debates internos, en el que casi todas las alternativas se analizó, todos los organismos pertinentes escuchado, y todas las desventajas.

Hay, sin duda, los costos a la dependencia del debate estructurado y disciplinado disidencia como las ayudas a la Presidencia la adopción de decisiones. El proceso es mucho tiempo, el procedimiento no puede quedar totalmente confidenciales, y el consiguiente debate público será cualquier cosa menos disciplinada. Sin embargo, la decisión de ir a la guerra debe ser difícil, no resulta fácil. Los Padres Fundadores la intención de que estas cuestiones deben decidirse a abrir las deliberaciones del Congreso. Pero la práctica actual ha salido hasta ahora de este modelo que la decisión de ir a la guerra en Iraq ni siquiera fue debatido en el seno del poder ejecutivo.

Los seguidores

Dada la falta de receptividad a las opiniones diversas en la parte superior, cuánto se debe culpar a hombros de las personas más abajo que sabía mejor y no para hablar o que habla, pero no a renunciar a sus objeciones cuando se dejar de lado? En caso de que los generales que se sublevaron ser condenado por jubilación a la espera de presentar sus protestas? En caso de que la nación fomentar un clima más críticos dentro de sus servicios militares, uno en el que los funcionarios se anima a impugnar no sólo órdenes ilegales, pero imprudente que también?

Probablemente no. El militar exige un mayor grado de subordinación, obediencia, la disciplina y de otras profesiones. Por otra parte, el control civil del ejército es un principio intangible, lo que significa que los civiles deben asumir la responsabilidad principal cuando los militares se extravíe.

Si no es el ejército el papel de desafío legal a las órdenes, y menos aún es el papel de la prensa para la fabricación de controversia donde no existe. En una democracia, la responsabilidad principal para oponerse o, al menos, examinar críticamente el caso en favor de la guerra recae en el partido de la oposición. Si la oposición decide que la responsabilidad de pato, como los demócratas hicieron en gran medida cuando la cuestión se somete a ellos a finales de 2002, es difícil culpa a la prensa para no intervenir para llenar el vacío.

Mucho se ha criticado a nivel de la administración Bush la confianza en los jóvenes, sin experiencia ideólogos al personal subalterno posiciones dentro de la Autoridad Provisional de la Coalición. Pero esto es apenas el primer ejemplo de clientelismo político socavando la experiencia profesional. Bremer llenó casi todos los altos puestos de trabajo en Iraq con profesionales y sólo recurrió a la Casa Blanca patrocinio máquina cuando la administración no han podido llegar a la más personal subalterno puestos con profesionales de carrera. En Washington, no es el junior sino el de más alto rango de posiciones de influencia y que están ocupados por personas elegidas principalmente por sus convicciones ideológicas y personales de lealtad.

Los EE.UU. el sistema de clientelismo político (único en su ámbito de aplicación entre el mundo de gobiernos democráticos) garantiza un elevado nivel de inexperiencia en los primeros años de cualquier Presidencia, promueve fuertes barreras a la continuidad de la política de una administración a otra, y los resultados en disminución de la competencia en un servicio civil cuyos miembros son permanentemente les niega el acceso a puestos de mayor responsabilidad. El sistema aísla efectivamente los dirigentes políticos en la parte superior de asesoramiento profesional de la parte inferior, se imponen varias capas de amortiguación ideológica entre los dos. Algunas administraciones están peor que los demás a este respecto, pero todas son malas. Neoconservador exceso puede haber conducido a la actual lío en Iraq, pero bien intencionadas liberales son capaces del mismo tipo de locura, como el difunto David Halberstam documentado en los mejores y más brillantes, su clásico estudio de la guerra de Vietnam-era la elaboración de políticas.

Militares de los EE.UU., la policía y los servicios de inteligencia ya están en gran parte vallada de politización con el argumento de que la seguridad nacional es demasiado importante para confiar a los aficionados. La nación debe procurar el mismo nivel de profesionalismo para los altos funcionarios civiles del personal que el Departamento de Defensa y otros organismos nacionales de seguridad, incluido el Consejo de Seguridad Nacional. La legislación establece que reservar un determinado porcentaje de subcabinet Casa Blanca y los puestos del personal de carrera para los profesionales que van mucho hacia el fomento de la continuidad de la política y el fortalecimiento de la competencia de las administraciones. Así que la exigencia de que los aspirantes a puestos de trabajo superior en el ámbito de la seguridad nacional de servir algún tiempo en otra agencia o una posición común, al igual que los oficiales militares ahora debe servir al menos un período de servicio fuera de su rama de servicio para alcanzar los más altos rangos .

LAS INSTITUCIONES

Congreso y la Casa Blanca ya han tomado medidas correctivas para hacer frente al fracaso de inteligencia que proporcionaron la guerra la principal justificación pública, demoting director de la central de inteligencia y la creación de un nuevo puesto de director de inteligencia nacional. Congreso sólo ha comenzado, sin embargo, al examinar los usos, mal uso, los abusos y de inteligencia de los encargados de formular políticas en el período previo a la guerra en Iraq.

Las medidas correctivas pueden ser aquí mucho más difícil. Algunos desea aislar aún más a la comunidad de inteligencia de los encargados de formular políticas, efectivamente lo que la convierte en una cuarta rama del gobierno, independiente del poder ejecutivo y sin reservas la libertad para criticar sus intenciones y socavar sus políticas. Esto sería un error.

La comunidad de inteligencia resultó demasiado pesimista en su evaluación de la existencia de las armas iraquíes de destrucción en masa. Es igualmente pesimista - si más precisa - sobre los problemas que puede encontrar por un EE.UU. ocupación de Iraq. Los encargados de formular políticas incautadas en una evaluación y hecho caso omiso de los demás. El problema era menos uno de fallas de inteligencia que de viciado el uso de inteligencia por los encargados de formular políticas.

Analistas de inteligencia casi siempre hacen hincapié en el aspecto negativo de cualquier riesgo y no puede ser nunca el cien por ciento en algunas de sus sentencias. Congreso y el público debe reconocer y aceptar las limitaciones inherentes de inteligencia secreta en lugar de tratar de institucionalizar aún otro control en el poder ejecutivo.

Ineficaz desempeño en Irak acompañado por el constante desplazamiento de culpa entre los organismos de Washington ha llevado a algunos a concluir que toda la estructura interinstitucional es defectuoso. Si bien todavía secretario de defensa, Rumsfeld caracteriza el sistema interinstitucional como roto, alegando que, según informó Bob Woodward en el Estado de Negación, "en el siglo 21 todavía estamos funcionando con un proceso interinstitucional y la estructura gubernamental es que en la era industrial de el siglo pasado. " En sus audiencias de confirmación para reemplazar a Rumsfeld, Robert Gates afirmó que la falta de colaboración interinstitucional durante la guerra en Iraq pone de manifiesto la necesidad de obligar a la cooperación en la forma en que la Goldwater-Nichols ayudó a la Ley de servicios militares trabajen juntos en la década de 1980.

El sistema actual para la integración de defensa y política exterior ha funcionado bastante bien durante la mayor parte de los últimos 60 años: ayudó a ganar la Guerra Fría, unir a Europa, hacer frente al colapso de la Unión Soviética, frente a los primeros desafíos de la post - Guerra Fría, e inicialmente responder a los ataques del 9 / 11. Disposiciones que parece estar funcionando adecuadamente sólo hace seis años probablemente no son irremediablemente roto hoy. La fijación de ellos no requiere un nuevo departamento de seguridad nacional o de una nueva ampliación de la Casa Blanca de personal, como algunos han sugerido. ¿Qué ayuda es el establecimiento de una legislación duradera división del trabajo entre el Departamento de Estado, el Departamento de Defensa y otros organismos nacionales de seguridad que están involucrados en posteriores a la construcción de la nación.

Durante los últimos 15 años, las funciones esenciales tales como la supervisión de la policía militar y la formación, proporcionar ayuda humanitaria y de reconstrucción, y promover el desarrollo democrático en repetidas ocasiones han sido transferidos desde el Departamento de Estado para el Departamento de Defensa y de nuevo, dejando a cada organismo lo incierto de su larga plazo de responsabilidades y, por consiguiente, poco dispuestos a invertir en mejorar su rendimiento. Una orden ejecutiva para la definición de esas funciones, como Gates ha propuesto, probablemente no sobrevivir a la administración que lo ha emitido. El establecimiento de seguridad nacional por lo tanto, necesita una reorganización legislado para que pueda realizar una mejor estabilización de posguerra y la reconstrucción las misiones, al igual que la Goldwater-Nichols Ley hace más de 20 años reorganizó el establecimiento militar más eficazmente la guerra.

La estrategia y la estructura de las fuerzas

Muchos de los que requiera una reducción de la presencia militar EE.UU. en Iraq están simultáneamente instando a un aumento en el tamaño del ejército. Detrás de esta aparente anomalía es la confusión generalizada en relación con el papel apropiado de la fuerza militar en la lucha contra el extremismo violento.

En caso de que los Estados Unidos pone la mayor parte de su esfuerzo de seguridad nacional está fuertemente influenciado por los estadounidenses cómo conceptualizar la lucha contra los movimientos extremistas violentos en el mundo musulmán. Si al-Qaida y su raza se consideran principalmente como criminales conspiradores, entonces los Estados Unidos necesita una estrategia de lucha que enfatiza la policía, inteligencia y esfuerzos diplomáticos. Si la amenaza se considera que ha metástasis hasta el punto en que se considera como una insurgencia global, entonces una mayor dependencia de la fuerza militar puede estar justificada.

Muchos expertos creen que la amenaza del terrorismo islamista ha crecido hasta el punto de que sus proveedores tienen la capacidad de derrocar gobiernos existentes y tomar el control de importantes territorios. Otros siguen considerando al Qaeda y sus imitadores más como parásitos oportunistas que tratan de adjuntar a lo que son esencialmente conflictos nacionalistas (como mucho de Al-Qaida ha atribuido a sí mismo en un movimiento de resistencia sunnita en Irak).

En el caso de las relaciones parasitarias, en lugar de apoyar se oponen a la insurgencia puede, en ocasiones, ser la mejor manera de marginar a los extremistas. Este es el enfoque de los Estados Unidos de seguir en Afganistán en la década de 1980 y en los Balcanes en la década de 1990, cuando apoyó las insurrecciones contra musulmanes Soviética y la dominación serbia, respectivamente. Permanecer al margen, como los Estados Unidos hizo con respecto a la insurrección argelina en el decenio de 1990, es otra opción. En los casos en que EE.UU. los intereses nacionales dictan un cierto nivel de participación en contra de los insurgentes, lo que limita los EE.UU. función a la capacitación, equipamiento, y asesorar al counterinsurgents normalmente es preferible a la intervención militar directa. En raras circunstancias, como en Afganistán, esa opción puede no ser inmediatamente disponibles, y la carga puede caer a soldados de EE.UU..

Con la inesperada jubilación anticipada de John Abizaid como jefe del Comando Central de EE.UU. y la sustitución del general George Casey por el general David Petraeus como la parte superior comandante en Iraq, uno de estos enfoques de la contrainsurgencia ha dado paso a otro. Abizaid y Casey, el sentimiento de que la gran presencia militar de EE.UU. en Iraq provocó más resistencia de lo que lo reprimido, abogó por convertir las operaciones de combate a las fuerzas iraquíes tan pronto como sea posible. Por lo tanto, se concentró en la capacitación y el equipamiento de las fuerzas de seguridad iraquíes. Petraeus, por su parte, cree que las fuerzas de EE.UU. que emplean tácticas de contrainsurgencia clásica todavía tiene una oportunidad de obtener la cooperación de la población y dar a políticos iraquíes el tiempo y el espacio que necesitan para conciliar sus diferencias. El Pentágono la parte superior de latón presuntamente respaldados Abizaid y Casey's preferencia, pero fueron anuladas por el Presidente Bush.

Iraq es, después de todo, un país relativamente pequeño y, sin embargo, la lucha contra la insurgencia se ha dedicado la mayor parte de los EE.UU. del Ejército y la Infantería de Marina. Si los futuros terroristas-insurgentes están vinculados a la misma se enfrentan las fuerzas de EE.UU., a continuación, un gran número serán necesarios. Por otra parte, si los Estados Unidos decide en el futuro para luchar contra las insurrecciones locales a través de proxies, como lo hizo toda la Guerra Fría (Vietnam siendo la única excepción), a continuación, un nuevo énfasis en la capacitación, equipamiento, y asesorar a las fuerzas extranjeras está en orden. En ese caso, la necesidad es menos para un ejército más grande que para una reorganizado para manejar mejor estas nuevas tareas.

Sería un error emplear a Iraq como la vara de medir que el futuro es necesario el tamaño y la forma de militar de los EE.UU., habida cuenta de que la guerra fue innecesaria y probablemente la ocupación correctamente desde el principio. Afganistán ofrece un mejor y un poco menos exigente guía para futuras necesidades. Los EE.UU. se ha esfuerzo amplio (si es cada vez menor) de apoyo local, la plena legitimidad internacional, multinacionales y sustancial participación. Sin embargo, Afganistán, para todas estas ventajas, es una prueba de los Estados Unidos no está pasando. Mejoras en los Estados Unidos la capacidad para la construcción de la nación y la contrainsurgencia, por lo tanto, en fin.

La administración Bush la retórica desde 9 / 11 ha acentuado el carácter bélico de la amenaza terrorista y la guerra la naturaleza de la respuesta. Sin embargo, la mayoría de los éxitos tangibles en la "guerra contra el terror" han llegado como resultado de policía, inteligencia y actividad diplomática. No hasta que EE.UU. dirigentes reequilibrar su retórica será posible reorientar el gobierno sobre las prioridades de financiación hacia los instrumentos no militares en los que la represión de los movimientos extremistas violentos es más probable que dependen.

LAS POLÍTICAS

Prioridad, la promoción de la democracia, y la construcción de la nación han sido manchadas por asociación con la guerra en Iraq. Los tres merecen las políticas de re-examinación, pero ninguno debe descartarse totalmente.

Durante más de dos siglos, los Estados Unidos ha llevado a cabo docenas de campañas militares, sólo dos de los cuales fueron en respuesta a los ataques a EE.UU. del suelo. Este registro debería dejar algunas dudas en que los Estados Unidos emplean la fuerza para proteger a sí mismo, sus amigos, sus intereses y sin que sea necesario esperar a ser golpeado primero. Para consagrar este principio proclamado públicamente en la doctrina nacional, sin embargo, sólo hace que cualquier recurso a la fuerza más controvertida y obstaculiza el proceso de atracción de aliados internacionales y la obtención de sanción para tales acciones; otras naciones nunca se preparó para eximir a los Estados Unidos de la internacionalmente reconoce las restricciones a la utilización injustificada de la fuerza. Esta resistencia internacional a la política de EE.UU. declaró claramente en pantalla cuando se tomó la decisión de atacar a Irak poco después de la administración Bush adoptó formalmente como prioridad la piedra angular de su nueva estrategia de seguridad nacional. Washington, por lo tanto, es necesario soltar "prioridad" del léxico de su declarada política de seguridad nacional (como la administración Bush ya ha comenzado a hacer), dejando un adecuado grado de incertidumbre en las mentes de todos los posibles enemigos acerca de cómo los Estados Unidos podría responder a una creciente amenaza.

Como prioridad, la promoción de la democracia ha sido un componente de política exterior de los EE.UU. casi desde el nacimiento del país. A partir del siglo XVIII, la mayoría de las demás naciones del Hemisferio Occidental han adoptado como modelo los sistemas políticos, sin embargo imperfecta, en los Estados Unidos'. Tras la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos establecieron democracias fuertes en Japón y Alemania y con el apoyo de democratización en toda Europa occidental, que emplean una combinación de poder militar, la asistencia económica, en materia de comunicación estratégica (es decir, propaganda), y directa, si encubierta, el apoyo a la democracia partes. En los últimos decenios, todos los del centro y la mayor parte de Europa oriental, casi todos los de América Latina, gran parte de Asia oriental, y algunos de África se han convertido democrática con la activa EE.UU. aliento.

Pero la democratización no es la panacea para el terrorismo y no a un atajo más pro-EE.UU (o pro-Israel) Medio Oriental. Establecida las democracias no pueden hacer la guerra unas sobre otras, pero los estudios han mostrado que la democratización de las naciones son muy propensos a la vez los conflictos internos y externos. Por otra parte, los gobiernos democráticos en Egipto, Jordania, Arabia Saudita o sería más hostil a Israel y menos alineada con los Estados Unidos que los regímenes autoritarios que sustituye, ya que la opinión pública en esos países es más se opuso a israelíes y la política de EE.UU. que son sus actuales dirigentes.

Puede muy bien haber sido un error eximir al Medio Oriental de más de 60 años de gran éxito EE.UU. esfuerzos para promover la democracia, pero no es realista esperar que esta deficiencia que se subsana dentro de unos años. Los recientes esfuerzos por acelerar la reforma política en la región ya han fracasado. Las elecciones son acontecimientos polarizador, sobre todo en las sociedades ya marcada por conflictos sectarios, como ha quedado demostrado recientemente en Iraq, el Líbano y los territorios palestinos. En lugar de tratar dramáticos avances electorales, y mucho menos la imposición de reformas, EE.UU. esfuerzos por promover la democracia en el Medio Oriental debería centrarse en la construcción de sus bases, incluido el Estado de Derecho, la sociedad civil, más grandes clases medias, y más eficaces y menos corruptos gobiernos.

La construcción de la nación también merece sobrevivir a su fracaso en Iraq. La administración Bush, al igual que los EE.UU. público, ahora se reconoce que la ocupación de ese país es una mala gestión. Como resultado, se ha abrazado la construcción de la nación misión en nombre de todos, pero con el fervor de una nueva conversión. Lamentablemente, a pesar de que la administración Bush la reacción a los reveses en Iraq ha sido la voluntad de hacerlo mejor la próxima vez, los estadounidenses parecen más inclinados a evitar este tipo de empresas el futuro.

De hecho, ambas conclusiones son válidas. Los Estados Unidos deben evitar invadir ciertamente hostil grandes países sobre la base de inteligencia defectuosos y con el apoyo del estrecho, las coaliciones no representativo. Pero no todos los conflictos son evitables. Iraq puede haber sido una guerra de elección, pero no fue Afganistán. Ambos conflictos izquierda los Estados Unidos con una pesada carga de la construcción de la nación. A través de la década de 1990, la administración Clinton lentamente aprendido costosos y que consumen mucho tiempo estas misiones podría ser. En Somalia, los Estados Unidos convirtió la cola a la primera señal de oposición. En Haití, estableció una pronta salida plazo, asegurando así que cualquier mejora que se introdujo de corta duración. En Bosnia, Clinton incluso fijar un calendario más corto, que promete tener todas las tropas de EE.UU. fuera del país dentro de 12 meses. Pero si Clinton no había aprendido a evitar la fijación de plazos, tenía por lo menos aprendieron a evitar su mantenimiento. Sólo a finales de su segundo mandato hizo que finalmente reconocer la naturaleza abierta de EE.UU. compromisos en Bosnia y Kosovo.

Se ha tomado la administración Bush una cantidad similar de tiempo para aprender que la construcción de la nación no se puede hacer en el barato. La "oleada" de tropas en Bagdad es un tardío reconocimiento de que la reconstrucción de un estado no tiene un enorme compromiso de la mano de obra, dinero y tiempo. Este ejercicio puede haber llegado demasiado tarde para rescatar a los EE.UU. en Iraq empresa. Hay, sin embargo, servir como una guía de advertencia a esos esfuerzos en el futuro.

La culpa no está en nuestras estrellas

En enero de 2009, casi todos los responsables de iniciar y dirigir la guerra en Iraq se han dejado el cargo. Selección de que hizo lo que se convertirá entonces en un puesto de trabajo para los historiadores. En la elección de sucesores, sin embargo, los estadounidenses deben insistir en que los dirigentes que fomentará el debate y el disenso bienvenida disciplinado. Estos líderes deben estar rodeados de asesores elegido principalmente por su experiencia y demostrada competencia, no su pureza ideológica y la lealtad partidista.

Los dirigentes de este calibre, con el apoyo de más competente y profesional del personal, hacer un mejor uso de las estructuras existentes para la formulación y aplicación de políticas. Estas estructuras pueden ser reforzada por la creación de una perdurable división del trabajo para posteriores a la estabilización y la reconstrucción entre los organismos nacionales de seguridad y de la creación de un grupo de altos funcionarios de carrera con experiencia en el establecimiento de seguridad nacional.

La "guerra contra el terror" deben reconceived y renombrado a hacer mayor hincapié en su policía, inteligencia, diplomáticas y componentes. El Ejército de los EE.UU. debe seguir mejorando sus habilidades contrainsurgencia, con especial énfasis en la formación, equipamiento, y asesorar a otros para llevar a cabo este tipo de campañas. Los Estados Unidos deben evitar que al-Qaida y su raza para dictar su adaptación a cualquier controversia, debe tomar partido cuando sea necesario sobre la base de un objetivo de cálculo de los intereses nacionales, y debe participar directamente tropas de EE.UU. en las guerras civiles locales sólo en las raras circunstancias de . "Prioridad" debe ser retirado del léxico de la política declarada, la democratización debe ser perseguido en todas partes como un objetivo a largo plazo en el pleno reconocimiento de sus costos a corto plazo y los riesgos, y la construcción de la nación debe iniciarse sólo cuando en los Estados Unidos y sus los socios están listos para un largo, duro y costoso esfuerzo. Por encima de todo, los estadounidenses deberían aceptar que la nación entera, a un grado u otro, no en Iraq. Frente a este hecho y sacar las lecciones necesarias es la única manera de garantizar que no vuelva a fallar de manera similar.

James Dobbins dirige la Seguridad Internacional y Política de Defensa de Centro de la Corporación RAND y se desempeñó como Subsecretario de Estado en virtud de Presidentes Bill Clinton y George W. Bush. Fue la administración Clinton enviado especial a Bosnia, Haití, Kosovo y Somalia y la administración Bush el primer enviado a Afganistán.
Relaciones Exteriores