martes, 9 de octubre de 2007

¡¡¡¡Queremos Patria, Estado Eficiente, Democracia y Desarrollo Económico!!!

EN RESPUESTA AL AMIGO HEBER JOEL CAMPOS, QUIEN EL DIA DE HOY ME TILDÓ DE "COBARDE" Y Y DE "PUSILÁNIME" DE LA POLÍTICA, POR NO QUERER HACER NI AVALAR NI CONTEMPLAR SU TAN ANSIADA "REVOLUCIÓN CULTURAL", PERO QUE BAJO MI CONCEPCIÓN LO QUE DEBEMOS ASPIRAR A REALIZAR ES TRANSFORMAR LAS ESTRUCTURAS SOCIALES DE NUESTRO PAÍS, CON UN CAMBIO SOCIAL RESPONSABLE, SIN VIOLENCIAS NI LUCHAS ARMADAS DE NINGUNA CLASE, NI TAMPOCO PRESTARSE AL JUEGO DE CIERTAS IDEOLOGIAS O TEOLOGIAS COMO LAS DE LA LIBERACION, QUE AVALAN Y PROMUEVEN ESTE TIPO DE ACTOS, QUE LO UNICO QUE REALMENTE TRAEN ES MAS POBREZA Y VIOLENCIA A ESTE, YA BIEN SUFRIDO PAÍS.

En 1958 se publicó en un solo volumen una serie de breves y valiosos ensayos de Jorge Basadre sobre lo que podríamos denominar una “filosofía de la historia peruana”. El título de uno de estos ensayos hablaba por sí mismo: “¿Para qué se fundó la República?”. En esta génesis republicana se guardaba la esperanza de que viviendo libres cumpliríamos nuestro destino colectivo: “... en el siglo XIX, una de las formas de cumplir esa promesa pareció ser durante un tiempo la preocupación ideológica por el Estado y mas tarde la búsqueda exclusiva del desarrollo material del país. En el primer caso, el objetivo por alcanzar fue el Estado eficiente; en el segundo caso, fue el país progresista. Mas en la promesa alentaba otro elemento que ya no era político ni económico. Era un elemento de contenido espiritual, en relación con las esencias mismas de la afirmación nacional”.

Y en este orden de ideas es un joven Víctor Andrés Belaúnde Diez-Canseco (1883 – 1966) – principal integrante de la “Generación del 900” - que en 1914 exclama un grito de emoción peruanista y de reforma substancial: “¡Queremos Patria!”, en el marco de un famoso discurso sobre la "La crisis presente". Como bien apunta Jorge Guillermo Llosa en su obra “En Busca del Perú” (1962): “Belaunde patrocina la organización de la clase media como fuerza sustentadora de una democracia auténtica, evolucionista, ajena tanto a la oligarquía y al caudillismo, como a la demagogia”.

Otro de nuestros ilustres pensadores social cristianos, José Luis Bustamante y Rivero (1894-1989), en su libro “Tres años de lucha por la democracia en el Perú” (1949) – y en el afán de promover la purificación nacional y el soporte moral de la democracia – hace notar “todos los vicios inveterados de la sociedad peruana: la demagogia, la prepotencia, la deslealtad, la frivolidad, el oportunismo, el desmedido poder del dinero y de la fuerza, en un medio que no puede reaccionar por su atonía cívica y la inexistencia de ese como tejido nervioso que en el organismo social forman los partidos políticos” (Llosa, J.G.; 1962). Posteriormente en 1955 en el “Mensaje al Perú” (escrito en Ginebra) José Luis Bustamante y Rivero aborda la necesidad del CAMBIO SOCIAL, de una transformación de las estructuras sociales en el Perú y desenmascara a las “gentes pusilánimes” y a los “políticos obtusos”, llegando a descifrar “una segunda fundación de la patria”.

Pregunto:¿A 185 años de la fundación de la República habremos los peruanos honrado la promesa impregnada en el lema “Libre y Feliz por la Unión”?; ¿Hemos logrado aquel ansiado Estado eficiente y estar en el umbral de ser un país del primer mundo como se lo ha propuesto hacia su bicentenario la que fue una “Capitanía General” al sur del “Virreinato”?, ¿Habremos perfeccionado e institucionalizado los valores democráticos en nuestra práctica política?, ¿Nos hemos elevado por encima de nuestras diferencias y logrado ejercitar un sistema de partidos políticos como lo señaló Bustamante y Rivero?.....

El día domingo pasado, publicaron en El Comercio una entrevista al joven empresario “liberal” Diego de la Torre de la Piedra, actual Presidente Ejecutivo de la CADE 2007, señalando que el lema de la CADE 2007 será “¿Qué nos falta para ser un país justo y próspero?”. Este ejemplar peruano razonablemente aspira a que el Perú sea un país del primer mundo en 30 años (humildemente creo que lo podemos lograr algo antes, naturalmente bajo ciertos supuestos). Hay dos frases de Diego de la Torre que me hicieron reflexionar profundamente:
“Para ser de primer mundo necesitamos políticos de primer mundo y empresarios de primer mundo”
“El Perú va a ser diferente y no quiero que solo mis hijos lo vean, lo quiero ver yo”

En este contexto contemporáneo es legítimo citar a Osmar Gonzales Alvarado, singular historiador peruano de “izquierda” ; cuando escribe: “La fragilidad de nuestro campo intelectual, la esterilidad de nuestros pensadores, y hasta la ausencia de verdadera y profunda vocación intelectual ha impedido la conquista del pensamiento. La política se ha vuelto en el refugio inmediato, pero de una política que tampoco es productora de sentidos ni de certezas. Nos hemos quedado sin elites. No hay conductores”. Suscribo estas líneas de diagnóstico, aunque honestamente no concuerdo con las conclusiones (no citadas) a las cuales deriva este respetable autor.

Insto a que se proponga y sustente una “agenda social cristiana”, la misma que debe dignificar a nuestra política nacional – tanto en el campo económico como social - , que fortalezca a los pequeños empresarios y emprendedores emergentes (algo así como la próspera “clase media” en que pensó Víctor Andrés Belaúnde), que haga del Estado (nacional, regional y local) una herramienta efectivamente útil al servicio del ciudadano y que sea una luz de esperanza para los que buscan justicia social en un país con tanto racismo, corrupción, exclusión, ignorancia y fragmentación.

A todos aquellos que entendemos nuestra vocación política como una opción de vida al servicio de los ciudadanos nutriéndonos de la doctrina social de la Iglesia, no debemos olvidar que Su Santidad León XIII escribió en la Carta Encíclica Rerum Novarum (mayo de 1891)en la que se señala lo siguiente:

“ Aunque en la protección de los derechos de los particulares, débase tener en cuenta principalmente los de la clase ínfima y pobre. Porque la clase de los ricos, como se puede defender con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; el pobre pueblo, como carece de medios propios con qué defenderse, tiene que apoyarse grandemente en el patrocinio del Estado”.

Y es que la génesis doctrinaria del socialcristianismo siempre giró en torno a la “cuestión obrera”: Pero debemos sera realistas en señalar que no puede existir capital sin trabajo, ni trabajo sin capital, como bien se recuerda en la Cuadragésimo Anno (llamada la Encíclica de la Justicia Social) escrita por Pío XI y publicada en 1931, lo cual tiene plena vigencia en esta era de la llamada competitividad, la productividad y la globalización.

Para ejercitar una efectiva y sincera “agenda social cristiana” debemos tener la suficiente capacidad intelectual y de liderazgo como para interpretar la problemática contemporánea y nutrir nuestro pensamiento programático en base a nuestras naturales fuentes doctrinarias. Si no abordamos responsablemente esta irrenunciable tarea, simplemente seremos presa del pensamiento económico neoliberal o de la "esquizofrenia antiglobalización”, por falta de una sólida identidad existencial, de un serio trabajo político de bases y de equipos técnicos a la altura del Siglo XXI. De no ser así, correremos el riesgo de reemplazar nuestras encíclicas por algún libro de Thomas Fiedman o de Joseph Stiglitz.

Necesitamos de líderes políticos a la altura de un país del primer mundo, y si son social cristianos mejor aún. Todo depende de nosotros.

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